Esto de la Navidad tiene su coste, pero tiene también sus buenos momentos. Es como un periodo que nos invita a revivir re cuerdos, y más allá de ello… a trasmitirlos.
Es una cosa bonita eso de trasmitirse recuerdos, de fabircar en alguien pequeño una galería de reucerdos que a su vez nos trasmitieron nuestros mayores. Algunos siguen con nosotros, otros nos han dejado, pero de todos ellos hemos aprendido a valorar cosas, emociones, lugares, …
En estos días, especialmente, nos ponemos melancólicos y nos da por pasear con nuestros hijos por los sitios por donde pasamos con nuestros padres, que a su vez habían pasado con los suyos, con nuestros abuelos…
El belen de la florida en Vitoria es uno de esos espacios. Los niños se asombran con las figuras, mientras los padres gozamos con nuestros recuerdos. A veces, cierras los ojos, y el contacto de esa mano pequeña aferrada a la tuya se invierte, y te ves, con aquellos horribles pasamontañas, en ese mismo espacio, de la mano de tu padre, o de tu abuelo, viendo las mismas figuras, experimentando las mismas sensaciones.
Yo no sé si eso tendrá algo que ver con esas cosas que hablan del amor a la tierra, de sentir una ciudad, pero me da a mi que si, que tienen mucho que ver, tanto que aun cuando hoy tenga que coger el coche para llevar a mi niña a ver el belen, cada vez que piso esta ciudad la siento más mía…
Es lo que tiene la navidad, que engaña a los sentidos y mata a los cocodrilos que habitan en nuestros bolsillos.
Leave a Comment