Parece que los acontecimientos se precipitan en este tramo final del año para lograr que deseemos con más fuerza que el siguiente sea mejor.
Hoy especialmente es un día plagado de víctimas.
Todo occidente somos víctimas de una especie de síndrome de estocolmo que nos impide manifestar sin tapujos y sin que se nos malinterprete la repulsión que nos producen las imágenes de la ejecución de Saddam. A mi me produce especial impresión la serenidad con la que el ejecutado (este y otros cuyas ejecuciones se han televisado), se presta a ser “aviado” para ser posteriormente asesinado.
Saddam a su vez es víctima de su prepotencia, de sus actitudes como dictador, y sobre todo, de sus errores estratégicos. Se alió con quienes le han llevado al patíbulo, y no supo reaccionar a tiempo haciendo un gran favor a la humanidad, desenmascarar a sus complices occidentales.
Víctimas somos también todos los vascos, al contemplar desolados como unos y otros siguen jugando con nuestra paz, con nuestro futuro, con nuestros sueños y nuestros deseos.
Víctimas son todos esos ciudadanos que hoy habían salido de su casa, quizás con el tiempo justo, para estar con los suyos en estas fechas, y que se han visto inmersos en un caos que dejará sus aviones en tierra, les impedirá salir o llegar, y en todo caso les amargará una mañana.
Víctimas son los periodistas que disfrutaban de un par de días de vacaciones que han tenido que interrumpir para cubrir la noticia del día.
Víctimas somos toda la ciudadanía que nos veremos obligados una vez más, a escuchar algo que queriamos haber olvidado, y contemplar aburridos el desfile de rostros de políticos diciendo los mismos sinsentidos, tópicos y frases tan hechas como vacías de contenido.
Víctima es hasta el medio ambiente, que ve como su aire se ennegrece con una densa columna de humo, lo que seguramente incrementará el efecto invernadero, y además, condenará a la hibernación a nuestras ilusiones.
Demasiadas víctimas por tan poco precio.
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