Se suele predicar con orgullo que uno es coherente, cuando a veces simplemente se es cabezón. Empeñarse en un error no es pues un ejercicio de coherencia, sino una falta de inteligencia.
Este año, si nadie lo remedia, y que mejor que su propio autor, tendremos no una, sino dos plazas nuevas en Vitoria Gasteiz. Una la vieja, la de siempre, la plaza del nombre discutido, la Plaza de España, la Plaza Nueva. La otra la de la Virgen Blanca, y de esta vamos a hablar hoy.
Dejando atrás la controversia política, la manera en que la decisión se sustrae a la Agencia de Desarrollo, la manera en que se convoca un concurso de urgencia con un plazo de entrega sospechosamente electoral, la manera en que se marra en ese primer concurso, y finalmente la manera en que trasciende el nuevo proyecto, dejando todo eso atrás decía, me voy a centrar en el proyecto presentado en sí.
Y esque cuando uno ve la imagen virtualizada, no puede por menos que asombrarse del extraordinario predicamente que tiene Oteiza entre los diseñadores de espacios públicos abiertos. Y digo lo de Oteiza por esa tendencia a vaciar el espacio, a suponer que espacio público es sinónimo de espacio vacío. Y al final lo que ocurre es lo que se nos ofrece, donde teníamos una plaza, con su geometría visual, con sus flores y espacios verdes, con sus itinerarios y sus bancos, tenemos un enorme e inóspito solar. Será el solar alavés digo yo.
Y es que una vez más se diseña de espaldas a la realidad, se ignoran usos y costumbres y se crean proyectos más para el papel que para el suelo vivo de una ciudad como Vitoria Gasteiz. Por que esta plaza que tantos usos y formas ha tenido, no se merece volver a ser el descampado que fue hace siglos, y menos aún con un pequeño matiz, que nunca antes de ahora había desaparecido toda la tierra de su faz.
Seamos serios, un espacio como este del que hablamos puede que se merezca una reforma seria, meditada y ambiciosa. Una reforma que lo articule como puerta a ese casco viejo de nuestros amores, que incluso elimine el polémico monumento, que cambie la imagen que de ella tenemos, que recupere imágenes de otros siglos, que se yo. En tanto no se haga eso, quizás sea mejor limitarse a mejorar lo existente, repavimentanto su espacio transitable, que proponer un vacío metafísico más, un espacio intransitable en invierno, una pista de patinaje en rampa, un solarium en el que instalar duchas en verano junto a las hamacas para tomar el sol, un yermo en el que los tímidos no pueden pararse a hablar porque no tienen referencias, ni bancos, ni rincones imaginarios…
En fin, que preso aún de la epidemia de buenos deseos, uno no puede menos que desear, en este como en otros temas un poquito de cordura, por favor.
Â
[…] Ya comenté hace días mi opinión respecto a la plaza, pero de igual manera comenté, que no es ahora el momento de gastar dinero en soluciones intermedias que aspiran a definitivas y cuestan como tales, y menos cuando hablamos de un espacio de gran importancia simbólica, turística, urbana y hasta sentimental. Y me temo que es preciso volver a pedir lo mismo una vez más, paciencia, responsabilidad y cordura. Las cosas requieren su tiempo para ser pensadas, sobre todo las importantes, y mientras tanto, lo importante es no tropezarse en adoquines rotos. […]