Publicado en Diario de Noticias el 29 de enero de 2007
Cae la nieve sobre Gasteiz y a la vez que cubre de blanco coches tejados y calles; al tiempo que se agarra a árboles setos y farolas en precario equilibrio; en el mismo momento deja al descubierto nuestras carencias y nuestras miserias como individuos integrantes de un colectivo, de una sociedad.
Hace años había siempre una pala en cada portal, en cada tienda. Los quitanieves eran en si mismos gente armada de palas y paletas, un ejército ciudadano que en poco tiempo habilitaba aceras y cruces, mano a mano. Hasta lo más parecido a los quitanieves, aquellos triángulos de madera tirados por animales y luego por tractores, exigía un grupo de voluntarios que se sentase sobre ellos para hacer de lastre.
Hoy nieva, y estaremos todos pendientes de la rapidez con que las máquinas y los responsables municipales actuan. Esperaremos agazapados tras nuestros cristales haciendo mala sangre porque nuestra calle es la última, porque nos han echado nieve encima del coche o del garaje, porque han salpicado nuestro escaparate, o por lo que sea, y finalmente concluiremos con aquello de “Este ayuntamiento no funciona”. Y lo cierto es que tendremos razón, pero por causa distinta a la que pensamos.
Tanto oir aquello de “soy ciudadano y pago mis impuestos”, nos ha hecho olvidarnos de la primera parte y centrarnos en la segunda. Porque cada vez somos menos ciudadanos. Ciudadanos de aquellos que sentían que un ayuntamiento es algo más que un desfile de concejales. Hemos dejado atrás conceptos claves para que una comunidad funcione como tal, cosas como la solidaridad, la cooperación, el voluntariado, la aportación de nuestro tiempo y nuestro esfuerzo. Nos hemos convertido en paganos protestones, dicho sea con todo el cariño, y días como estos, si nos paramos a pensar descubriremos que nuestra condición de ciudadanos responsables y solidarios, nuestra categoría como humanos que viven en sociedad está tan escondida como aquellas palas que ya no usamos.
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