No voy a tratar aquí de cierta campaña publicitaria, aunque de cierta campaña si. Cuando digo los del siete, me refiero a los ínclitos aficionados del tendido siete en la madrileña plaza de las ventas. Ya sé que queda un poco lejos de álava, pero todo tiene su explicación.
Cuando vivía en Madrid, bien en directo (pocas ocasiones), bien por televisión, bien por las estupendas crónicas que el fallecido Joaquín Vidal escribía en El Páis solía seguir corridas de toros en Las Ventas, diré mejor que solíamos seguirlas mi compañera y yo. A ella le llamaban la atención sobremanera los del siete. Hablamos de un tendido, de un abono, de un pastón en definitiva, sin cubierta, ni calefacción, ni aire acondicionado tampoco. ¿Y todo para qué?
Según salía el toro de chiqueros asomaban los pañuelos verdes. Si no estaba cojo era miope, sino tenía un calambre o sus hechuras no correspondían a la categoría de la plaza, o pesaba demasiado o no tenía casta, o era manso o lo que fuera. El presidente, más sensato y más cosciente del coste del capricho no devolvía a la res, y había bronca. Montaban la bronca a los picadores, a los subalternos, a los banderilleros y por supuesto al diestro, aunque fuese zurdo. Pagaban un pastón por amargarse, pero aunque fuese gratís seguirían iendo a los toros a amargarse, crisparse y desencajar sus rostros en el grito, el insulto y la protesta. Y eso era lo que no entendía Esther. “Pues si no les gusta lo que ven que no vayan, habrá sitios mejores donde estar y experiencias más gratificantes que vivir” deciá ella.
Para que ir a ver lo que no te gusta, lo que te hace sufrir, lo que te amarga, lo que saca de uno mismo todo lo peor que uno lleva dentro. Eso es como lo de los blogs, como lo de este blog. Se calcula que puede haber entre 50 y 100 millones de blogs en el mundo, y cada uno de ellos tiene un particular siete. Si, ese lector que entra al blog a amargarse, a leer lo que no quiere leer, a ser incapaz de entender o comprender, y claro, esa propia incapacidad mental y hasta social, la de saber elegir, la de saber entender, la de poder opinar con educación, le lleva a mostrarse como es, y a sentirse vivo enviando insultos, descalificaciones, amenazas más o menos veladas, etc.
Son los del siete, o son simplemente moscas cojoneras, que no estorban hasta que pasan la línea. Y eso es lo que le ha pasado a Iosune, enfrascada en su propia campaña de demostrar que no entiende nada, ayer pasó la línea. No borro su comentario a “no es justo” para que se me entienda, pero se lo he indicado en el correo que facilita, y lo indico aquí también. Con la mala baba a otra parte, a partir de ahora posiblemente no volvais a ver sus comentarios. Que se haga un blog o que se amargue con otro. A mi hija ni tocarla.
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