Ayer, los componentes de la cuadrilla de blusas de La Puebla de Arganzón estuvimos de enoturismo. Dicho más claro, cogimos un autobús, visitamos unas bodegas, visitamos numerosos bares en numerosos pueblos de la rioja, de la alavesa y de la otra, comimos, tomamos unas copas y volvimos a La Puebla.
Aparte de las cuestiones personales, y del lógico desbarajuste que es una reunión de blusas en autobús, lo cierto es que es impresionante el auge que está cogiendo la Rioja, especialmente la Rioja Alavesa. El trasiego de autobuses, los pueblos abarrotados, los restaurantes llenos… En definitiva, una zona que hasta no hace muchos años era la cola de ílava es hoy uno de sus mayores atractivos, de sus más firmes valores.
Recuerdo como me contaba un agricultor de la zona donde vivo, que no hace muchos años, los riojanos con familia o amigos en estas zonas de patata, remolacha y cereal, venían como agosteros. Recuerdo como me contaba que de un tiempo a esta paret, tenían su propia bodega, comercializaban sus vinos y estaban, como diría el otro… forrados. Recuerdo también que me contaba como con grandes esfuerzos económicos, el llamemosle patriarca, había conseguido que sus hijos estudiasen, y de hecho, el enólogo de la bodega era uno de los propios hijos.
Viene todo esto al hilo de que en este, como en otros terrenos, la improvisación no existe, ni existe la magia tampoco. Lo que vemos es el resultado de un largo camino que se basa sobre todo, en el trabajo, en la inversión y lo que es más importante, en creer firmemente en la capacidad de lo propio, de la tierra y de la gente que habita sobre ella.
Todo un ejemplo para tomar nota en ílava.Â
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