A veces parece que olvidamos que a muchos efectos, nos regimos por las leyes de mercado. Posiblemente, y así al menos lo creo yo, ni son las mejores leyes ni son las más humanas, pero son las que tenemos y las que nos aplican.
Hay hoy un encendido debate sobre la prostitución. Se debate si es explotación, si es oficio, si es moral o inmoral, si hay que castigar a los que lo ejercen, a los que se lucran con ello o a los que lo usan. Un debate en el que es a veces difícil posicionarse, porque como en muchos otros casos es un debate complicado que esconde muchas y diversas realidades.
Es cierto que no es comparable la prostitución, digamos de lujo, supuestamente voluntaria, con esa prostitución cutre de gentes que son traidas con engaños, y que viven prácticamente secuestradas. Prostitución que, dicho sea por otra parte, cuando se produce una redada o se desarticula una de estas redes tiene el curioso efecto de terminar con las víctimas, lease, con las chicas, expulsadas por carecer de papeles y tratadas como inmigrantes ilegales. A los que las traen y las explotan ponía yo de patitas en la calle. En la calle de una de esas lejanas tierras de donde viene sus víctimas y conn un enorme tatuaje que diga quienes son.
Pero bueno, volviendo al debate, y dejando otras cuestiones al margen, si lo analizamos bajo la óptica de las leyes del mercado, el problema no es la oferta, sino la demanda, que visto lo visto, es mucha y muy amplia, y no solo no se reduce sino todo lo contrario. Si a eso añadimos que parte del proceso de igualdad entre géneros es conseguir el derecho a ser tan aborrecible como el contrario, pues resulta que poco a poco iremos viendo como crece el número de empleados, que no empleadas, en el oficio más antiguo del mundo.
En fin, que resulta muy dificil educar a golpe de ley, corrgir por decreto o conseguir con policías lo que somos incapaces de lograr con educadores. Hasta entonces, quizás lo más sensato sea impedir abusos y evitar situaciones injustas.
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