La Junta de Castilla y León, cumplidos los tramites reglamentarios declaró ayer a La Puebla de Arganzón “bien de interés cultural con categoría de conjunto histórico”. Y uno, no puede menos que dar la enhorabuena a la junta, porque una vez más, aciertan en sus decisiones, aunque por lo contrario de lo que piensan y sin hacer pleno.
Y es que La Puebla de Arganzón, no ya el núcleo de la villa, sino todo el municipio, así como el vecino municipio de Condado de Treviño, en lo que se refiere a cierto contencioso que mantienen, son efectivamente un conjunto histórico de despropósitos administrativos, desmanes antidemocráticos, inoperancia manifiesta, desinterés doloroso, oportunismo flagrante y lo que es más grave uso y abuso de su población.
Si además consideramos lo enquistado del proceso, la falta de espectativas de solución, las oportunidades perdidas, y los daños ocasionados al desarrollo de los municipios del enclave en relación con su entorno, álava central, los habitantes del enclave, por nuestra paciencia eterna y nuestras buenas maneras a pesar de lo que nos pesan las indecisiones ajenas, y las ramificaciones y conexiones del contencioso con otros conflictos llevamos camino de ser un bien de interés cultural para estudio de los politólogos.
Aquí no saltan chispas, pero no porque estemos dormidos ni desmotivados, sino porque estamos quemados. Quemados de que se nos use para todo menos para solucionar nuestros problemas. Quemados con que la solución a algo tan sencillo, tan local, se complique por causa de terceros, en aras de lejanos intereses y de altas políticas en las que ni entramos ni salimos como colectivo, que no como individuos y con todo nuestro derecho a ser oidos y atendidos como lo que somos, dos municipios habitados por alaveses, tan dispares en sus credos e identidades como el resto de alaveses, pero convencidos todos juntos de ser lo que somos, alaveses.
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