Hoy voy a hablar de emergencias, pero no en el sentido de urgencias, sino en el de sentimientos que nos salen de lo profundo y aparecen a flor de piel en determinadas ocasiones.
A veces tiene que ver con la infancia, con las cosas aprendidas, con las emociones, y es cuando hablamos de que a uno le sale el lo que sea que lleva dentro.
Ayer fue San Prudencio, nuestro santo meón, y antes de ayer fueron sus vísperas, retreta y tamborrada incluidas. Ya las emergencias que estos días se me producen es a las que me refiero.
Estos días le sale a uno el alavés que lleva dentro, e inmune a los jocosos comentarios que la indumentaria, pelucas y gorros incluidos, despiertan en los foráneos que nos visitan los corneteros, a uno se le eriza el vello cuando suenan los acordes de la retreta.
También asoma como todos los años, el niño que uno lleva dentro, el niño al que fascinan los uniformes y, sobre todo, los tambores. Lo del tambor es más habitual, pero lo de los uniformes es más curioso, porque alguno debería asombrarse al ver salirle desde dentro a un carlistón de tomo y lomo. Les ves pasearse con su chapela, su traje de época y demás atavíos como un zumalacarregui más. A otros les sale simplemente el cocinero, y a algunos da igual que sean varones, la majorette que en secreto quiso ser.
A los políticos les sale el ciudadano que llevan dentro, y a los ciudadanos el político. Y unos anhelan poderse mezclar con el gentío y toamrse unos copazos impunemente, y los otros sueñan con estar plantados cual garantes y vigilantes de la fiesta ajena en la escalinata del palacio provincial.
Luego a la mañana, a unos y a otros, a todos o casi todos, lo que nos sale de dentro es el clavo que tantas emergencias nos ha producido, pero para eso se inventaron las campas, los huevos y hasta los perrechicos. no hay mejor sistema de volver a meter en vereda a todos esos nosotros que llevamos dentro.
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