Vengo de un tiempo a esta parte haciéndome cruces ante quienes anteponen criterios de partido a otros cualesquiera, ya sean sociales, culturales, locales, o simplemente racionales. Yo creo que más de uno y más de dos siente cada vez más hastío ante el oportunismo, ante el quitaté tú para ponerme yo, ante el antes lo hundo que me quedo sin medalla.
El Partido Nacionalista Vasco nos ha sorprendido en un alarde de tipografía y cuatricromía con un impresionante Iristen, cuya contraportada se dedica de forma monográfica a presentarnos un gran proyecto, Ondare. No diré que no lo apoye, me resulta cuasi imposible, más aún cuando me resulta muy conocido, excesivamente conocido.
Lo que me resulta más chocante es que hace apenas unos meses, en las Juntas Generales de ílava se presentó una propuesta, que, defendida por Lauren Uria, juntero de EA, venía a intentar poner en marcha una de las patas de este Ondare que ahora se nos vende como un invento propietario y con copyright.
Yo recomendaría a la clase política en general, que estudiase a fondo conceptos tan novedosos como el copyleft o la creative commons. Me refiero a una nueva forma de gestionar la producción del conocimiento que consiste básicamente en cederlo de forma gratuita y sin contrapartida, siempre y cuando se den un par de condiciones o tres. Una, primordial, que el afán del que lo usa sea mejorar, construir, aportar. Dos que se cite la fuente. Y tres, que la manera de compartir siga siendo la misma que la de la fuente. Si yo comparto contigo, tu no puedes construir algo solo tuyo. En todo caso será nuestro.
Cuando Lauren Uria defendió la creación de una sociedad pública, Arkearaba creo que se llamaba, con el objeto de aplicar una serie de principios de desarrollo social, cultural y también económico en base a una correcta y eficiente gestión del patrimonio arqueológico alavés, los junteros del PNV se mantuvieron en silencio. Se abstuvieron, y justificaron su abstención diciendo que la propuesta era parcial, que no aportaba nada por si sola y que en la perspectiva de unas elecciones y al albur de los hallazgos últimos, no era el momento más adecuado.
Ahora hemos visto cuales son las verdaderas razones de aquella abstención. No es tanto que fuese parcial. Todos los caminos se empiezan dando un paso, y son los ciudadanos, a través de sus representantes en las instituciones quienes deben darlos. Y desde el respeto que todos compartimos por esas instituciones que los candidatos que ahora se nos presentan aspiran a gobernar, no creo que nadie tenga la tentación de escamotear este tipo de debates en otros foros más “intimos”.
Lo que resulta más chocante es que se dijese en su momento que no era el momento. Que la cercanía de las elecciones y el calor de los últimos hallazgos desaconsejaban tratar del asunto. De repente, y por arte de magia, resulta que pasan tres meses, sólo tres, y cuando apenas faltan 23 días para las elecciones, resulta que si es el momento. Y resulta además que el lugar más indicado, el más apropiado para debatir y agrupar voluntades, es un pasquín preelectoral de un partido político.
Uno empieza a terminar harto de medallistas. Cuando algo está bien, uno se suma al carro, y las medallas se las llevan los ciudadanos. Cuando está mal, uno para el carro y las desgracias se las evitan los ciudadanos. Lo que no es de recibo, es que cuando algo está bien, pero no lo he dicho yo, lo torpedeo y espero pacientemente hasta que pueda decir que lo he dicho yo. Eso ni es integrador, ni debería ser parte de lo cultural en general y de lo vasco en particular.
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