No es canso ni aburrido el que se repite denunciando algo. Es el que sigue, sin el más mínimo reparo, provocando una y otra vez las mismas denuncias.
Ayer, una vez más, otra vez más, las pantallas de la estación gasteiztarra de tren, ya no sé si de ADIF, de RENFE, o de la compañía de despropósitos del norte, anunciaban una y otra vez la llegada de un tren a las 21:42, su salida a las 21:50, y de cuando en vez decían de forma machacona… SALIDA INMINENTE. Hasta ahí todo bien, si no fuese porque a escasos metros una de las pocas cosas que en esta estación funcionan bien, el reloj, marcaba las 22:15.
Dos empleados en taquilla, no menos de un factor, todos sabiendo que a lahora de llegada el tren estaba clavado en Dulantzi, y a nadie se le ocurre informarnos a los sufridos usuarios de que, en el mejor de los casos, el tren podría llegar en no menos de diez minutos.
A nadie importa que uno haya calculado que su vejiga aguantará unos minutos, no veinte. A nadie importa que uno puede tener ganas de tomarse un café. A nadie importa la pieza clave de cualquier sistema de transporte público, el viajero.
Y hablamos de una etación en la que instalar una de esas maquinitas para picar el bono tren deja en un pequeño arreglo la obra del escorial, si al plazo de finalización nos atenemos.
en fin, ayer no pude más, cogí papel y boli y presenté una reclamación. No por el retraso, sino por la falta de información, o mejor dicho, por la negativa a compartir la infromación que se tiene. Es una paradoja que este sea a fecha de hoy uno de los cánceres más letales de esto que llamamos sociedad de la información.
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