Publicado en Diario de Noticias el 24 de junio de 2007Â
Publica hoy el Diario de Noticias un titular de esos que mueve a la reflexión. “La población inmigrante en ílava crece un 13% en un año y ya alcanza el 6% del total“. Y uno se plantea lo dentro que se meten las fronteras en la vida de uno.
ílava, y especialmente Vitoria tiene no un 6, sino un porcentaje muchismo más elevado de inmigrantes, más o menos integrados, más o menos antiguos, pero muchos. Y eso no es malo, es así, así hemos crecido y así somos lo que somos, con el esfuerzo de mucha gente venida de aquí y de allí.
Siempre que se plantean estos temas de la inmigración surgen dos preguntas, y las dos tienen que ver con el concepto de frontera entendida como límite que separa.
Se trata en primer lugar de saber que se considera dentro y que se considera fuera, o dicho de otra forma, ¿porqué es más inmigrante un portugués que un gallego si para muchos de nosotros hasta casi nos parece que hablan igual? ¿Por qué es más inmigrante un ecuatoriano que un gaditano si ambos tienen una forma de hblar muy distinta de la nuestra aún hablando el mismo idioma? Siempre recuerdo en estos casos cierta señora que con un marcadísimo acento gallego se quejaba a una locutora de radio de que venían los de fuera a quitarnos las VPOs, porque le había tocado una a un magrebí. Me resulto curioso ese tan ampllio y a la vez tan estrecho concepto de “los de aqui”.
En segundo lugar se plantea, y al hilo de lo anterior, otro tipo de frontera, esta vez temporal. ¿cuando un inmigrante deja de serlo? ¿Cuánto tiempo tiene que vivir entre nosotros? o incluso, ¿es cuestión de tiempo lo de dejar de ser inmigrante?
Yo he vivido muchos años en Madrid, y siempre me he sentido muy a gusto, pero siempre me he identificado a mi mismo como inmigrante. Nunca he perdido, de forma consciente y deliberada, mi condición de alavés emigrado. Y eso a pesar de que aún nacido en Vitoria, aún hijo de padres vitorianos, aún siendo tres de mis cuatro abuelos nacidos en Vitoria, aún con todo eso siempre he sabido que los genes que corren por mis venas son una combinación de navarros, vitorianos, gipuzkoanos y hasta toledanos. De una u otra forma es lo que nos ocurre a la inmensa mayoría de os alaveses.
La nueva inmigración es menos intensa que aquella que disparó en pocos años el número de habitantes de la pequeña y vieja Vitoria. Y sin embargo, hoy somos todos vitorianos. La nueva inmigración tiene a veces otro color, a veces otra religión, pero no debería de ser tratada de forma distinta que aquella. De forma y manera que de aquí a unos años los alaveses seamos aún más mezcla de lo que ahora somos. Alaveses mestizos, mulatos, alaveses con chilaba o con gorro de astracán, pero alaveses al cabo, capaces de conocer esta tierra y apreciarla como propia. Y eso me temo que no es solo problema de ellos, lo es también y posiblemente más, de nosotros, de como les recibamos.
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