Este domingo era el día. Un día mágico. Un día para el que mucha gente había trabajado. Un día en el que mucha gente había depositado sus ilusiones, sus sueños, su sudor y su compromiso. Por encima de otras cuestiones, aún sufriendo en silencio, todos, o al menos la mayoría queríamos que hubiese salido perfecto.
Toda la noche estuvo lloviendo. Y siguió haciéndolo hasta casi el mediodía. Luego rompió a bueno, pero ya era tarde. Decía el otro día que uno de los objetivos principales de esta fiesta no es otro que el de sacar dinero, y ahí se puede decir que se falló. en lo demás, unos acabaron más tristes, y otros más contentos, pero todos igual de cansados.
Hubo quien vino de lejos y curró, hubo quien se lo pasó bien simplemente hubo de todo.
Para mi fue un día extraño. Por un lado triste, por el tiempo que hacía y porque uno se da cuenta también en estos días que algunas heridas no las cura el tiempo, y prefiere pasar, hacer su trabajo, y alejarse de las candilejas. Alguno se preguntará que cual es mi trabajo si no he hecho nada. Pues bueno, que lo siga haciendo. Sé lo que hice en su día y se lo que he hecho hasta ahora.
Pero cuestiones personales al margen, y tal como comentába el domingo con algunos amigos, esto tenemos que cambiarlo. No puede ser que tanto esfuerzo dependa de tres horas de lluvia. Este mundo en el que escribo, este mundo virtual, nos da también ocasión de ir creando un nuevo modelo. Una fiesta que dure todo un año, y que vaya, cada doce meses, aterrizando en un sitio o en otro. Siempre la misma fiesta, siempre fiesta… Habrá que ir pensando algo al respecto…
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