El ser humano, solo o en compañía, es siempre capaz de sorprendernos, por lo mejor y por lo peor.
El viernes, como un día más, uno comienza su jornada laboral desayunando en la barra de un bar, que es lo que se tercia en el sector terciario, o sea, el de servicios.
Los bares, en deferencia con sus clientes acostumbran a comprar unos cuantos ejemplares de prensa. A partir de ahí comienzan los problemas de interpretación, y a menudo surge lo peor de cada uno. El periódico del bar, tengámoslo todos claro, no pasa a propiedad del que lo pilla. Es simple y llanamente lo que llamaríamos un bien común. Demuestra una total falta de respeto social y de simple educación, el que rellena el crucigrama, el que escribe la solución al jeroglífico y hasta el que marca los siete errores. Eso por no hablar de los que llegados dos o tres acaparan dos o tres ejemplares y se sientan tranquilamente a estudiárselos. Vamos, de esos que se leen hasta los anuncios por palabras. Y el resto de la clientela esperando.
Los viernes hay pleno en el parlamento vasco. Las cafeterías del centro se llenan de ociosos escoltas que han dejado a sus chicos a salvo y que, como no tienen otra cosa que tiempo que pasar, acaparan periódicos, mesas y lo que haga falta. Noble papel el de escolta si no fuese interpretado por tan pésimos actores. El viernes, como decía, estuve tentado de explicar a un grupo de estos la diferencia que hay entre el gerundio y el participio, al modo de la tan celebrada ocurrencia del Cela Senador. Al ir a pedir amablemente un periódico que su lector había doblado y que además estaba departiendo con más escoltas a pocos metros de su mesa, se me dice… está ocupado. No señor. Está ocupando sitio en la mesa. He tenido que mirarles mal, muy mal para que me acercasen el ejemplar cuando su “ocupador” ha tenido por fin el detalle de acercarse a la mesa y apartar el incómodo montón de papel.
Unas horas más tarde, en una oficina bancaria, un jubileta ha montado la de dios es cristo por un problemita con las pantallas que indican el turno. Mucha prisa debía de tener, y mucha dificultad para andar. Tanta, que llegado a algún sitio se ha visto obligado a volver a recoger el bastón que se había dejado olvidado en la ventanilla. Tiempo más tarde cuando tras esperar pacientemente mi turno volvía para mi trabajo me he encontrado al buen señor sentado en un banco de la calle dato. ¿Y para eso tanta prisa como mala educación?
Pero al final me he reconciliado con el mundo. Mientras reponía fuerzas comiéndome un pincho, ha entrado un jubileta, de los de camisa de manga larga y camiseta de tirantes que se trasparenta, de los de gafas y txapela y se ha pedido un tinto. ¿Y eso le hace buena persona? se preguntará alguno. No, eso solo no. Pero el jubileta llevaba su movil al cinto, y una bolsita de esas en la que si te descuidas lleva su cámara digital y el MP3 con zarzuelas, jotas y otras cosas del estilo que se ha bajado del emule. Y luego dicen que nos hacemos viejos y torpes y que no somos capaces de asimilar el cambio tecnológico!!!
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