Publicado en Diario de Noticias de ílava el 9 de agosto de 2007Â
Ayer, aprovechando el púlpito y la presencia forzada de representantes institucionales, políticos y sociales, y consiguientemente de medios y espectadores, el obispo de vitoria habló de política, de educación, y hasta de religión, de la suya mayormente.
En la cuestión política no voy a entrar demasiado. Es una obviedad que somos muchos los que estamos hartos de ciertos visionarios y no vemos el día de que nos dejen en paz. Por otra parte, el inicio de unas fiestas es un buen momento para incidir en este mensaje de la paz.
Lo que si me ha llamado la atención, y no acabo de entender bien, es la pertinencia de, en un momento como este lanzarse a hacer consideraciones sobre la educación, la ciudadanía, el laicismo beligerante (sic) y la clase de religión.
Y es que vamos a ver si nos vamos aclarando todos de una “santa” vez. El laicismo no es beligerante, es simplemente laico. Y como laico que es, pretende construir una sociedad en la que lo religioso pertenezca a la órbita de lo privado, que no significa de lo escondido, sino únicamente que lo público debe construirse sobre el respeto y la convivencia de todos. Yo personalmente respeto que halla aún ciertas tradiciones que hacen a la iglesia católica omnipresente en determiandas esferas sociales y actos públicos. Pero no es para mí descartable, insano ni éticamente reprochable, ni tan siquiera peligroso para la convivencia o los valores, que esa presencia vaya desapareciendo. Y que lo haga de cuarteles, ayuntamientos, y hasta de juramentos y tomas de posesión.
Me llama más aún la atención la intervención del obispo defendiendo la clase de religión frente al laicismo, cuando, según recogen los medios, y en un contexto religioso, y en una ciudad como Vitoria, a lo que debía de haberse referido es al peligro de la intolerancia religiosa, a las actitudes anti religiosas que hacen que vecinos de un barrio vitoriano quieran impedir la instalación de una mezquita. Ahí le habría visto yo bien. Enseñando a los suyos a respetar a los demás, no pidéndonos a los laicos que les respetemos, cosa que hacemos. Otra cosa es que pretendan que respetemos también sus privilegios.
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