Las grandes compañías, ya sean públicas o privadas tienen una cierta tendencia a la exageración, tanto por exceso como por defecto, pero en cualquier caso tienden a desajustar la relación entre el problema y la solución. Unas veces dicen aquello de que la demanda ha superado sus expectativas y nos aprietan como a chinches, y otras, especialmente en ciertas situaciones de emergencia, no paran en medios que luego resultan exagerados y hasta ridículos cuando no directamente inadecuados.
Viene esto al hilo de lo sucedido en la tarde del miércoles en Margarita. Un tren arrolla a un camión y la vía queda cortada. Se pone entonces en marcha un operativo para trasladar a los viajeros en autobús. Hasta ahí todo bien, pero ahora me explico con lo de los cañonazos.
Me voy a coger el tren de las 20:55, procedente de Pamplona y con destino Miranda de Ebro, y me informan que iremos en autobús. Efectivamente dos flamantes autobuses (bueno, en realidad uno bastante más flamante que el otro) nos esperan en la plazuela de la estación. Salen los chóferes y nos indican que uno sale directo a Miranda y que los de los pueblos (puebla en mi caso) nos montemos en el otro. Así lo hacemos y cuando arranca el autobús su pasaje lo componemos… dos viajeros a Nanclares, tres a La Puebla, el chofer y el interventor. Vamos, que con dos taxis habíamos solucionado la papeleta, pero no, no pudo ser, por una vez nos olvidamos de lo del transporte sostenible y de que se yo cuantas cosas más. Menos mal que por lo menos nos tocó el autobus flamante…
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