Acostumbran a decir los detractores de la caza que esta actividad supone un asesinato gratuito y cruel de miles de animales. Que es inhumana. Que como consecuencia de esta actividad están desapareciendo especies y habitats, y que en definitiva debiera ser prohibida y abolida. Vaya por delante que no soy cazador de otra cosa que no sean moscas y alguna araña, y que me repugnan los aires paramilitares de las partidas de caza mayor. Pero tengo a veces la impresión de que hay varios puntos que merecen por lo menos una reflexión, y más aún al hilo de cierta noticia que conocí de primera mano el otro día.
En primer lugar esto de la caza es una de esas cosas que, con independencia del juicio moral de cada uno, si algo es, es esencialmente humana. No dejamos de ser una especie de cazadores recolectores que, como somos además de eso vagos e inteligentes hemos desarrollado técnicas para “cazar” en los establos (ganadería) y recolectar en los cultivos (agricultura), y ya para cerrar el ciclo, cada vez somos más pescadores de piscifactoría.
Así pues efectivamente la caza es a fecha de hoy un deporte. Deporte estrictamente regulado por otra parte, que fija fechas y condiciones para su ejercicio con el objetivo básico de no esquilmar sino simplemente cazar. Los cazadores por su parte suelen ser los primeros en quejarse de que cada vez hay menos caza. Y dada su afición, lógicamente eso les preocupa y les afecta cuando asisten a otras maneras de matar, esas si, generadas por actividades industriales y con el más absoluto desprecio a los ritmos y a los espacios naturales.
El otro día, sin ir más lejos, un vecino de Añastro me llamó muy afectado porque había encontrado en una de sus salidas nada más ni nada menos que seis codornices muertas. Y no tenían un solo tiro. Eso sí, en la finca en la que las encontró no quedaba ni una brizna de paja de las impresionantes hileras que había apenas hacía 24 horas. Doy fe de ello, yo y mi cámara.
Y esque el problema, que por cierto viene denunciándose por cazadores desde hace años (vease referencia al Diario de Navarra del 20 de mayo de 2005 con el título Criticas a la forma de recoger la paja para la planta de biomasa de Sangí¼esa), viene dado por el enorme avance en las tecnologías que se utilizan para recoger la paja, enfardar, para entendernos.
Las enormes enfardadoras actuales van por detrás de unas enormes máquinas que juntan varias hileras de paja, (rastrillos hileradores les llaman), y que si no disponen de dispositivos espantafauna, y dada la velocidad a la que avanzan extendiendo sus brazos, o enfardan paja, codornices o lo que sea, o les pegan tal tantarantan, que dejan el campo sin paja pero con nidadas enteras muertas.
Yo se que todo es discutible, pero tengo la impresión de que esto si que es un desprecio por la naturaleza y por nuestra relación con ella. De que esto si que es una manera gratuita de matar y que es además fácilmente evitable. La otra, bien llevada, no deja de ser una actividad humana en el buen sentido de la palabra.Â
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