No me cuadra que a la par que tanto se habla de protección de datos, de libertades, de ciudadanías y que se yo de cuantas cosas más, referidas en definitiva al respeto hacia el individuo y sus experiencias y sus creencias, se esté dispuesto a poner en la carretera un método que, en el mejor de los casos puede calificarse de intrusivo.
Reconocer que el sistema de detección de sustancias que se pretende poner en marcha a partir del cada vez más próximo año 2008, no se sabe muy bien qué detecta, ni en qué cantidad, ni con qué antiguedad, debiera ser motivo suficiente para obligar a su retirada inmediata. Si en otros casos resulta más dudoso, en este es harto evidente que no se certifica con seguridad riesgo alguno para la conducción. Eso sí, el precio a cambio es un inadmisible intrusismo en la vida no ya de las últimas horas, sino incluso en la de los últimos días o incluso semanas del individuo.
Tengo la impresión de que a todos nos impresionan los muertos en carretera. Pero la tengo también de que no se miden los procedimientos ni se enfocan los objetivos. Humanos al volante. Unos mayores y otros más jóvenes. Unos más dormidos, otros irritados, otros más habiles y otros más torpes. Creo que no es la primera vez que digo y reitero que el quid de la cuestión está en aquello de conducir de acuerdo al estado y situación y características de la vía, del clima, del vehículo, y, por supuesto, de uno mismo. Eso es educar. Eso es construir.
Pero por el camino que vamos, acabaremos, al borde de la carretera enfrentados a un gabinete piscológico y hasta psiquiátrico que determine si estamos en condiciones óptimas para el noble ejercicio de la conducción. Y daremos con nuestros huesos en la carcel porque alguien descubrirá que nuestra agresividad se había disparado a cuenta de una disputa conyugal, lo cual nos había convertido en una fiera al volante y, consecuentemente en un peligro. Peligro que quedará además incrementado por haber superado la tasa de cafés, y, lo que es aún más grave, haber tomado antibióticos y un antidepresivo. Por si esto fuera poco, el alto colesterol, y la adicción a la nicotina describen a un indivíduo de difícil sociabilidad y costumbres disolutas, lo que queda además de manifiesto ante las trazas de haberse fumado un porrillo en los últimos seis meses.
Resultará entonces que quedará patente que sólo valemos para trabajar, y para sacar un permiso de armas e irnos a cazar, y para andar en bicicleta, y para comprar y vender casa y hasta coche, y tener cuentas bancarias, y hasta para pagar impuestos y si se me apura hasta para escribir ocurrencias como éstas. Pero conducir un coche no, eso si que no.
Lo dicho, no me cuadra…Â
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