Las baldosas táctiles

Esto de las baldosas está últimamente muy movido en Vitoria Gasteiz. Y nunca mejor dicho. Los vecinos protestan por las baldosas. En el ayuntamiento se habla de baldosas. La ciudadaní­a está cansada de lavar pantalones, zapatos y calcetines a cuenta de la combinación entre lluvias y baldosas, los periódicos y radios locales hablan, como no, de las baldosas, y hasta yo mismo escribí­ hace tiempo ya una ensoñación sobre Vitoria que se llamaba la ciudad de las baldosas.

Hablaba por entonces de las baldosas como si tuviesen en cierto sentido vida propia. Pero una nueva polémica ha venido a ensanchar aún más si cabe mi asombro y admiración por ellas. Ahora también discutimos sobre el tacto de las baldosas. Y yo me he dicho, toda la vida pisándolas y resultan que tienen tacto. Pero no parece ser que la cuestión es que son de gran utilidad para que los que no ven porque no pueden o porque van mirando a otro lado sientan en sus pies el tacto de un pavimento que les indica que se acercan al peligro. Lease calles con tráfico rodado, o ví­as de tranví­a en expansión. Y la bronca está en si son a prueba de insensibles, osea ostentóreas que dirí­amos, y en si no podrí­a compaginarse el derecho de los que no ven a ser avisados con el de los que ven a no destrozar sus tobillos, plantas o materiales rodantes de acarreo.

Y claro, uno no puede dejar de pensar que lo del tranví­a, tal como está el pavimento, es casi innecesario. Comparando la capa de hormigón que sustenta las ví­as con lo endeble de lo que está fuera, basta con notar que se pisa en tierra firme, para saber que uno está en las ví­as. Y para lo del tráfico rodado, visto como está el centro gasteiztarra, habrí­a que hacerlo al revés, avisar de que uno entra en zona peatonal y que si es horario de carga y descarga que se prepare.

En fin, cosas mí­as y de las baldosas…

 

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