Uno se enfrenta a diario con su diario. Aclara eso sí, que su diario no es una obra completa, organizada y acabada, sino si acaso, y sobre todo, un espacio de libertad en el que plasmar ideas, pergeñar ocurrencias, fijar recuerdos, estampas e impresiones, fundir cabreos y alumbrar esperanzas.
Pasan los días y el diario va creciendo y multiplicándose. Y a veces uno recibe palmadas en la espalda, hasta incluso de cuando en vez felicitaciones. Lo cual, aún no siendo lo que se busca, para que nos vamos a engañar, siempre se agradece. Pero de cuando en vez uno recibe improperios, descalificaciones, y hasta incluso peticiones de retirar tal o cual asunto. Y llegados al final, lo más triste es comprobar que, una de dos, o uno escribe muy mal, cosa que en todo caso entra dentro de lo posible, o la gente lee muy mal.
Porque las cosas se leen en su contexto. Y los contextos se suman unos con otros y al final acaban constituyendo un todo. Un espacio como este no es una novela. No tiene un argumento. Si hablasemos de artes plásticas diríamos que no es un retrato, ni un natural. Es más bien algo similar a un cuadro cubista, o a uno impresionista, en el que el resultado, si es que es necesario buscarlo, es la suma de las partes vista a la distancia adecuada. Pero es en todo caso algo similar a un conjunto de bocetos, entre si dispares, cuyo único nexo es que los escribe el mismo.
Por eso produce desazón cuando, con todo lo criticable, discutible y opinable que hay en todos estos apuntes, a veces basta una palabra para tirarlo todo abajo y “enfadarse”. No creo yo que una catedral, ahora que está tan de moda el asunto, puede descatalogarse y condenarse a la piqueta porque un sillar no nos gusta. No lo creo. Ni creo que esté bien eso de decir, como no me gusta lo quitas, no. Cada cual con su opinión, cada cual con su palabra, y las palabras, son lo que son, pero no tienen más valor que el que les da su contexto. Buscar más allá no es leer, es otra cosa…
P’al… Abra ¡ en Bilbao!
Vamos, digo yo.
Un saludo.
Pinttu