Lo de la Plaza Santa Bárbara está adquiriendo de un tiempo a esta parte una dimensión estética. Y es que resulta chocante que mientras se anuncia a bombo y platillo la contratación de una prestigiosa firma para trabajar en clave estética la parte subterranea de la Plaza, la superficie es todo un rosario… de la aurora, por aquello del final.
Tal es así que contagiados por los arreones que se dan políticos, vecinos, comerciantes y hasta ongs, la cuadrilla de indigentes se ha animado y se ha liado a mamporros y pedradas también. Es lo que tiene que te pongan en el ojo del huracán cuando tu quieres ser como un jubilado en la virgen blanca. (Por cierto, el departamento de bienestar tendrá que subvencionar a los jubiletas para que se puedan pagar las consumiciones en las terrazas de pago o si no montar un alquiler social de taburetes, porque si no, lo de los jubiletas en la virgen blanca me parece que pasará a la historia…)
Pero volviendo a la plaza y sus moradores, la verdad es que uno tiene la impresión de que está es una plaza gafada desde su origen. Será la maldición de cárceles y cuarteles que flota en el aire de la zona. Pero primero fueron los perros y sus dueños, luego no recuerdo quienes y de un tiempo a esta parte los indigentes.
Para que nos vamos a engañar. Lo cierto es que no resultan una visión en conjunto edificante. Pero eso es un problema estético. A menudo se soluciona con un traslado de zona y se acabó. Pero aquí como se ve da que hablar. Y lo que uno oye pone los pelos de punta. Vamos, que tiene que ser así como la puntilla que, por las razones que sea te veas empujado a la indigencia, y que tengas que hacer una carrera para saber si se tiene que hacer cargo de ti el gobierno vasco, el ayuntamiento, la diputación o una red de voluntarios. Porque no es lo mismo ser drogadicto que acabar de salir del trullo o ser simplemente un espectador de la vida sin recursos.
Al final resultará que lo arreglaremos con lo del 2%. Por aquello de la estética…
En navidades, pude al fín dar una vuelta por Vitoria, con el bebé. Siempre que voy toda la familia quiere ver a los niños, y no me queda un momento para pasear y ver tranquilamente Vitoria. Hay otros bares, otra gente, casi otras calles.Quería que Itziar, el bebé ,conociera la la plaza de la Virgen Blanca, enseñarle los caballos del monumento, que de pequeña siempre quería tocar,(y bastante mayor en un estado deplorable a altas horas de la noche quería escalar), y me acerqué por la calle Postas, muy transitada y peatonal y todo eso y …me quedé de piedra. Esa es la palabra piedra.
En todas las ciudades del planeta tienden a retirar el cemento de las plazas y volver a plantar las florecillas. Pero no, en Vitoria, una ciudad ideal, dicen, han arrancado los jardines en su plaza más emblemática y es un espacio pedrestre, seguro que los patinadores y demás estarán encantados, pero el encanto de este lugar se ha esfumado. Itziar quería bajarse de la silla, y sin pararme me he dirigido a la Florida, sin mirar atrás, eso sí ,sí con el recuerdo. Ahora solo con el recuerdo.
Espero que sea algo temporal.