Alaveses de guardia. En eso nos convertimos los pobrecitos alaveses que no podemos disfrutar estos días de los atascos, las retenciones, los sitios atestados de gente, los precios abusivos, el peor de los servicios posibles, el imprevisto pero previsible mal tiempo, el overbooking, los delayed, los carteristas de zonas de semanasanteo, la pérdida de la visa o de la documentación, los radares y todas esas cosas que hacen tan agradables estas vacaciones condensadas.
Unos por motivos de trabajo, otros de salud, otros de dinero y hasta puede que alguno por amor nos quedamos aquí al mando de la nave, como guardeses de esta nuestra tierra que, con orgullo, enseñamos a los suplentes, digo a los turistas. A esos que dejaron la comodidad de sus hogares con calefacción central para venir estos días a pasar frío con nosotros. Aquellos que nos llegarán agotados de los atascos y demás circunstancias de la vida y el turismo. Y pelearemos para que estos días les sean no ya menos ingratos, sino incluso hasta gratos.
Lo cierto es que las instituciones tendrían que darnos unos identificativos, más que para poder identificarnos, cosa a menudo inutil porque nos vamos conociendo, para que nuestros visitantes nos identifiquen, y se ahorren ese juego absurdo de preguntas respuestas del tipo de… ¿sabe usted dónde está…? Que va, si estoy como tú, igual de perdido. En fin, que así pasaríamos de ser alaveses de guardia a voluntarios de la ONG viajeros en su tierra, viajeros sin destino, tiempo, ganas o dinero. Viajeros sin más viaje que uno mismo.
Por cierto, y tampoco es mala opción para los que nos quedamos. Digo la de ponernos las bermudas y la cara de fríio y salir un poco a conocernos…
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