Hoy es el día sin ruido. Día mundial que debe acoplarse al famoso dicho ese de piensa en global y actua en local. Así que me he puesto a pensar en los ruidos que me gustaría callar, en los ruidos que me gustaría ver desaparecer.
Me gustaría que las obras públicas dejasen de hacer ruido, y no me refiero tanto al de la rotaflex como al del que hacen los palos en las ruedas y los errores en su gestión, ejecución y seguimiento. Que desapareciese el ruido del encierro de los bomberos vitorianos, porque su trabajo estuviese dignamente remunerado, y el del resto del mundo también.
Me gustaría que desapareciese el ruido que hace Garoña, y que nunca suene igual que Ascó. Aunque también me gustaría que hubiese alternativas para generar la energía que necesitamos, y que cada vez que se habla de una de ellas parezca que sólo hay una alternativa: la distancia, que la energía venga de lejos y no sepamos cómo está obtenida. Eso debe hacerla limpia si. Me gustaría que algo tan silencioso como el golf dejase de hacer ruido en nuestro territorio, y en los demás tambíen, porque al final uno tiene la sensación que hablamos más de golfos que de golf. Me gustaría que el contencioso de Trebiño no fuese sólo un ruido recurrente sino una cuestión solventada.
Me gustaría también que Arrasate dejase de hacer ruido. Ruido de dimes y diretes que va a acabar tapando y haciendo olvidar ruidos inolvidables y cuya extinción si que es necesaria e imprescindible. También quisiera ver desaparecer el ruido que hace el miedo a dejar que la gente se exprese y decida. El miedo que unos intentan salvar con leyes y otros fuera de toda ley humana. El ruido que hace la construcción de cualquier infraestructura. El ruido que hace cualquier avance o por mejor decir la resistencia a él. El ruido que hace aquí y allá el maltrato y el abuso del socialmente debil, de menores, de mujeres, de pobres en general.
Y poniendo el oido más en lontananza, también me gustaría dejar de oir el ruido de los Berlusconi, Putin, Bush, Sarkozy y muchos más. Y el ruido lejano del Tibet, y el de Irak, y el ruido silencioso e inaudible de los grandes desastres africanos, y el de las dictaduras asiáticas, y el de los desastres ambientales de sudamérica a cargo de nuestras (?) petroleras, y el de las focas y las ballenas, y el ruido con que nos desinforman los grandes grupos de noticias internacionales también.
Total que cuando acabo de hacer este repaso de ruidos, me doy cuenta de que estaba equivocado. De seis acepciones que en castellano tiene la palabra ruido, el día de marras sólo se ocupa de una, y yo hablaba de las otras cinco, que le vamos a hacer, seguiremos tampándonos las orejas de la vida.
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