Cada uno utiliza el tiempo como mejor puede, y si no lo malgasta, especialmente cuando por la circunstancia que sea uno está obligado a pasar cierto periodo de tiempo en un sitio. Ayer estuve en el funeral de Henrike Kní¶rr, y era tal el calor y lo cargado del ambiente dentro de la iglesia que opté por salir a disfrutar de un buen día. No hablaré más de él, ya lo hice ayer. Pero como decía antes me dediqué a pensar. En este caso en la arquitectura, en la historia, en la cultura y hasta en la evolución.
Vitoria – Gasteiz, ciudad de las catedrales donde las haya, me dió una buena ocasión para ello. Y me la dió porque el fondo de la reflexión hablaba más de la evolución que de la arquitectura. Me explico, que me estoy liando.
A veces da la impresión de que movidos por nuestro orgullo de hombres modernos, o hasta de seres postmodernos, ignoramos la pura esencia del concepto evolutivo. Observar, aprender y aplicar lo aprendido conservando lo bueno, mejorando lo regular y desechando lo malo. Hoy de pronto pensamos que nuestros antepasados eran ignorantes, y que se movían en respuesta a mitos, ritos, temores y esperanzas falsas, magias negras o blancas, vamos, en respuesta a cualquier cosa menos a la ciencia la eficiencia y la razón.
Por eso nos sorprende la energía con que hacían catedrales cada vez más altas. Y pensamos en dios y en la espiritualidad. Hasta que vamos a un funeral en una iglesia moderna y bajita y nos asfixiamos, y nos da un sofoco, cosa que nunca nos ocurriría en una catedral de altas naves, pero quizás si en una bajita iglesia románica o prerrománica.
Y hablando de catedrales, hete aquí que en Vitoria nos pasa algo parecido. A lo de aprender me refiero. Teníamos una vieja catedral, que se había quedado pequeña, que se había quedado bvieja, y que para que nos vamos a engañar, no es que estuviese muy bien construida. Y entonces a alguien se le ocurrió hacer una nueva. Y se construyó una catedral en pleno siglo XX. Lo que supone que hay amplia documentación gráfica del proceso, de los avances, de los métodos constructivos, de todo, vamos. La obra tuvo sus más y sus menos, y se acabó como buénamente se pudo, y dejó cosas sin acabar, pero a la vez que nos dejaba un registro gráfico de su proceso de construcción nos ha dejado un registro pétreo de la forma de construir. Decoraciones a medio terminar, clara delimitación de los momentos e impulsos constructivos, cambios de manos artistas y artesanas, etc. etc. Nos dejó además un magnífico conjunto de vidrieras una buenísima decoración escultórica y una cripta digna de visita. Y como además desaparecieron aquellas masas de creyentes o por mejor decir de practicantes que llenaban hasta la mayor de las iglesias, pues nos dejó espacio para el museo de arte sacro.
Pero nada, como somos más listos que el hambre, nos olvidamos de todo eso y montamos el circo Santa María, uy perdón, la fundación Santa María.
¡Cómo si no hubiese más y hasta puede que mejor sitio en el que aprender de catedrales! ¡Cómo si no lo hubiese en Vitoria – Gasteiz…!
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