Por una vez el término, en referencia a nuestros junteros y gobernantes forales no es una figura literaria sino toda una realidad de esas que uno no sabe muy bien si calificar como triste o como graciosa.
Porque triste gracia tiene hacer un pantano y luego no atreverse a llenarlo por si se vacía solo. El ingeniero se definde diciendo que le cambiaron los planos o algo así. Los entonces gobernantes diciendo que el tema no iba con ellos. Los actuales diciendo que la culpa es de los otros, y al final, todos a poner a escote un milloncejo de euros para ver cuanta agua cabe en las simas. Y si cabe más agua en las simas que en la presa, pues ponemos 3 ó 4 milloncejos más y que se forren las cementeras, que esas nunca pierden.
Vamos, que al final los tomates de regadío nos van a salir más caros que una lata de caviar, aunque bien pensado tambíen podíamos mirar la forma de usar la charca como criadero de esturiones, que rentan más que los pepinos y tomates… Lo dicho, que cuando uno lee estas cosas no sabe si reir o llorar, y puestos a elegir, me quedo con la risa
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