Me preocupa la enorme cantidad de ruido que genera la clase política en general. Hay veces que parece algo intencionado, hay otras que no tanto y hay finalmente un gran número de ellas que visto lo dispar de lo que se busca y lo que se encuentra parace más una profesión que una afición, una constante que un accidente.
Hay una especie de ruido positivo para la sociedad. Es lo que podríamos llamar el ruido clemente. No por pío sino por javier. Es esa técnica que tan bien usaba clemente de generar ruido para distraer la atención sobre sus jugadores y conseguir que éstos se centrasen en lo suyo. Cuando uno ve la política vasca en general, y la compara con el despliegue del país en términos industriales, económicos y demás, lease grupo mondragon, epsilon, gamesa, etc. etc. hasta parece creerse que es un ruido bien intencionado, inteligente desde el punto de vista estratégico.
Cuando el mismo ruido se genera en torno a problemas que marcan la vida, y la muerte, en el país, y se comprueba cómo es más el ruido que las nueces y cómo de tanto ruido que hay nadie es capaz de oirse, la sensación no es tan gratificante.
Cuando a cualquier cosa que se hace o dice se contesta con lo primero que a uno se le ocurre, y todo ello más pendiente de la frase fácil y el aplauso de los fieles que de intentar razonar y ponerse de acuerdo, la sensación ya es que es decepcionante.
Cuando mires donde mires gran parte de nuestros cuadros políticos, e inclúyase en el lote a muchos opinadores y analistas que son más parte que arte, se muestran especialmente empeñados en solventar sus asuntos personales con los altavoces a todo trapo, sean estos conflictos de partido (los que se suelen llamar internos) o de clase (los que se suelen llamar políticos pero que básicamente versas sobre sus propias relaciones de poder, o de reparto del poder), pero en cualquier caso a hablar básicamente de ellos mismos, ya no hay sensación que valga, más bien hastío.
Menos mal que a alguna mente preclara se le ocurrió inventar el mp3…
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