Llegó el sábado, y armados con nuestra pulserita nos volvimos para ese punto intermedio que está entre Bilbao y el cielo. Cierto es que el cielo quiso unirse al festejo, y armado de nubes se acercó hasta kobetamendi y se dejó caer en forma de un pertinazy persistente xirimiri, de ese que tiene el calibre suficiente para calar a bobos y a listos, lo que se llama socializar el remojón.
Nos armammos de sacos impermeables (de los de basura, vamos) y nos dispusimos a poner en práctica nuestra capacidad para conducir nuestras vidas por el camino del más puro y valiente estoicismo. Y lo conseguimos. La lluvia no cesó, pero lo que oimos nos gustó.
Llegamos apenas a los últimos tres o cuatro temas de Lenny Kavritz. Los más conocidos, los más coreados. He leido ácidas críticas a este hombre, pero que quereis que os diga, sonaba bien, muy potente, muy poderos y muy bien aropado en todos los sentidos. Hasta un gorro casi de invierno que llevaba. Bromas aparte, oido si prejuicios lo cierto es que es toda una señora banda, todo un señor directo. Y eso a pesar de los paraguas.
Para los R.E.M., buscamos un reducto donde llovía menos, y que nos permitía seguir el escenario y sus pantallas sin apenas interferencias. Y allí que nos tragamos todo el concierto.
Sorprende que un grupo que en disco suena blando, que tiene un cierto aura de intelectualidad, de sabor a grupo de culto en el antiguo sentido de la palabra, aquel que la asemeja a grupo de y para élites, agrupe a tanta gente dispuesta a mojarse y a disfrutar con su música y algo más.
Visto el concierto uno se lo explica. La voz es, además de personal, versátil, modulada, elegante, pero a la vez potente y viva. La banda ofrecía un sonido compacto. En ocasiones se iba un poco de madre, pero eso es el directo. Así ha sido siempre y así debería seguir siendo. Para que todo suene como un disco, uno no se moja. Lo suyo es que de vez en cuando algo suene mal, haya alo de discordancias, algo de eso que uno, profano que es, no sabe si es que desafinan, fallan de nota o qué, pero que identifica comoun cierto desvarío. Con el tiempo que hacía y lo sensibles que son esos cacharros de hacer ruido tampoco era extraño.
El montaje del escenario, con la imagen fragmentaria que asomaba sobre las cabezas de la banda, era un muy buen complemento visual, estupendamente realizado además. Yo ciertamente no lo hubiese puesto en las pantallas gigantes laterales, que uno entiende que son más para ver sin más lo que ocurre en el escenario, pero tampoco voy a hacer más sangre de ese asunto. En todo caso, un muy buen concierto, un concierto super natural y super serio.
Mañana hablamos del resto…
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