La tradicional sequía inforamtiva dle verano hace que, en ocasiones, todo valga cuando de llenar hojas se trata. Así es que llevamos varios días siguiendo con atención la OPE que lanza la excelentísima diputación. Conocemos a aspirantes, sabemos detalles de las pruebas, seguimos coninterés el asunto, y lo cierto es que la cosa da para pensar.
Por un lado, y en lo puramente formal, es digno de tener en cuenta cómo los géneros televisivos, o multimedia por ser más exactos, en cuanto tienen éxito contaminan y contagian todo lo que les rodea produciendo efectos chocantes. Así, el seguimiento de una OPE adquiere unas claves formales similares al que tiene el de los participantes en OT, en gran hermano o en yo que se que academia o concurso televisivo. Y es que bien mirado, las similitudes son, en bastantes aspectos más que formales.
Una OPE no pasa de ser un casting, con cierta parte de suerte, de sorteo. Los concursantes acuden en masa, y van superando obstáculos en los que se va reduciendo su número hasta llegar a los finalistas, los ganadores. Los medios se encargan de ponerles cara, y nombre y apellidos. La verdad, es que, desde este punto de vista, y para aliviar las arcas forales, yo daría el paso coherente y necesario, y, habida cuenta de que hablamos de futuros servidores públicos, haría el proceso aún más mediático, y permitiría al público votar a través de SMS. Porque para qeu nos vamos a engañar. Tengo la impresión de que el resultado de las pruebas tampoco garantiza más que esos procedimientos mediáticos la adecuación vitalicia de una persona con un puesto de trabajo.
Algo parecido haría con los pisos. Porque, si no se me permite objetar la mayor, esto es, la propia esencia vitalicia del funcionariado en comparación con lo efímero del mercado laboral abierto, o la práctica de dar en propiedad viviendas que hoy pueden ser necesarias para unos y mañana para otros, pues por lo menos que se me deje soñar con medios más divertidos de alimentar todo esto…
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