Esto es tan solo unprimer apunte surgido al hilo de esas conversacinoes que uno oye junto a la barra de un bar. Volveré sin duda algún día sobre ello con más tiempo y mayor detenimiento. Pero viene en todo caso al hilo de cierta conducta habitual en muchos pequeños núcleos rurales, y que es cuando menos paradójica, y cuando más un auténtico germen de reflexiones varias sobre el desarrollo, la sociología, la antorpología, la política y según los casos incluso la jurisprudencia.
Explicaré la paradoja en pocas y claras palabras y dejaré las reflexiones para otro día con más tiempo.
De la mano de interesados promotores, las familias “de siempre” tenedoras en muchos casos de gran parte de los terrenos disponibles en los pueblos, ven un muy buen negocio en vender sus fincas para construir sobre ellas, generalmente, chaletes. Estando a menudo vinculados de una u otra forma con el ayuntamiento o el poder local, presionan en activo o en pasivo para que las recalificaciones permitan su negocio instantáneo. Argumentan con frecuencia los grandes dividendos en licencias y otros ingresos que supondrán para el pueblo.
Con buena voluntad unas veces y algo más parecido a la usura o la avaricia en otras, los municipes y los propietarios frotan sus manos ante los pingues beneficios.
Pero hete aquí, que aquellos terrenos que vendieron se convierten en domicilios. Que aquellos ingresos por licencias y otras artes incluidas cesiones y demás regalías más o menos legales, más o menos aquilatadas se conveirten en gastos de alumbrado, en problemas con el agua, con las basuras, con la limpieza, con el transporte, etc. etc.
Hete aquí decía que aquellos domicilios los ocupan ciudadanos que reclaman sus derechos como en cualquier otro municipio, ciudadanos a los que con frecuencia se tilda de invasores, extranjeros, metomentodos y a los que en todo caso se califica con el mítico usted no es de aquí.
Es curioso que a menudo, el que más eneficio ha obtenido, o el que con mayor ahinco ha defendido esta lucrativa invasión es el que con mayor virulencia se queja de ella y reclama sus derechos como natural, indígena, nativo o como quiera que se guste en llamar.
No se a los demás pero me parece a mi, que esto se parece a lo de querer decir misa y repicar campanas…
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