Publicado en Diario de Noticias de ílava el 7 de octubre de 2008Â
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Superado a duras penas o con muchas alegrías, según se mire, el rosario de verbenas y festejos del fin de semana hoy toca martes de recesión. La burbuja etílica ha explotado y lo único bruto que crece ahora es el dolor de cabeza y las agujetas de los bailables y demás meneos. Como si del Ibex se tratase los sobrantes de kalimotxo y licores varios carecen ya de valor. Se han desplomado. Igual que muchos de los que más que hinchar su valor se hincharon de ellos. El paro se ha disparado. Y es que la gente ya no se puede ni mover con los juanetes en plena huelga general. La inflación se dispara y el único negocio que prospera es la farmacia donde venden digestivos, antiácidos, pastillas para el dolor de cabeza y reconstituyentes varios. Los consejos de administración elaboran planes de choque y plantean como objetivo estratégico hacer algo de cura, por lo menos hasta navidades. El interés se desploma, y la gente aparece como distraída y distante, más bien tirando a dormida o con ganas de estarlo.
Ya no suenan los cohetes, y el repique de campanas tiene forma del pitido ese que se oye cuando deja de oírse la música festiva a todo trapo. Y es que del rosario de fiestas que este fin de semana honran a la Virgen del Rosario (aunque muchos de los que celebran ni lo sepan ni les interese en exceso) hoy sólo se libra Agurain, en pleno mercado. Pero es igual, mañana será martes para ellos igual que hoy lo es para Izarra y La Puebla de Arganzón.
Si, si, he dicho La Puebla de Arganzón. Una pequeña villa en la que irreductibles alaveses resistían el sinsentido de la alta política y de la compleja administración sin más armas que una variedad de pociones mágicas basadas en la uva, en la cebada y en distintas maniobras de destilado y tratamiento de aroma o maduración. Una pequeña villa que todos recuerdan con cierta frecuencia pero de la que, a la hora de la verdad, muchos no se acuerdan. Pero en todo caso, una villa que se vuelca con sus fiestas igual que Izarra y Agurain con las suyas. Bueno los de la villa y los vecinos. Que a esas fiestas se suelen apuntar propios y extraños, y más aún cuando son prácticamente las últimas de la temporada festivo estival de nuestro territorio.
Así que, igual que ocurre a nuestros compañeros del oeste y que mañana ocurrirá a los del este, ahora empieza la crisis para nosotros. Una recesión en toda regla, un descalabro para el cuerpo que además, cuando miramos el bolsillo, nos hace decir aquello de”¦ ¡Y todavía estamos a primeros!
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