Cuando se hace una gran obra, en el antiguo y amplio sentido de la palabra obra, y sus efectos o aprovechamientos son más bien escasos se exclama aquello de… para este viaje no hacían falta alforjas.
Hoy por la mañana me he acercado a Gasteiz para hacer algunas cosillas. Recados y esos asuntos cuyo cometido último en pocos días desvelaré. Y el caso es que he tenido ocasión de pasar no una sino varias veces por el espacio ese cuya cubrición se debate en estos momentos y seguramente en los que más tarde vendrán. Me refiero claro está a la zona de dato y san prudencio.
Es notorio que no me parece mal el asunto. Pero un día como hoy me ha hecho reflexionar sobre el tema ese con el que empezaba, el del viaje y las alforjas.
Si algo da sentido a la tal cubrición es, más que nada, el de la creación de un espacio de interacción humana capaz de vencer a las inclemencias del tiempo. Esto es, un sitio donde encontrarse, sonreirse, saludarse, y si se tercia, el tiempo, el del reloj, no lo impide y apetece pararse a charlar. Eso sí, entre compra y compra, que los comerciantes es lo que buscan.
El caso es que hoy me he cruzado con varios conocidos y con muchos que no lo eran, y tengo la impresión de que no es cuestión de clima sino de climax. Da igual que llueva o nieve, que haya niebla o sol. Si camino con la mirada fija en las baldosas y el oido pegado a un dispositvo, sea este un mpX (el 3 ya parece casi obsoleto), un movil o el transistor con el partido del glorioso, lo mismo da que lleve paraguas, sombrero o gafas de sol. Ni veo ni conozco, ni sonrío ni saludo.
Es como esa gente que camina junta, que también me los he cruzado y que van hablando. Cosa normal diría alguno. No. que van hablando cada uno con otro que no está junto a él gracias a la poderosa tecnología del móvil. Que avance. Nos permite estar con otro sin poderle hablar ni oir porque estamos hablando con otro con el que no podemos estar, y así al final no acabo de tener claro con quien coño estamos.
En fin, que a lo que vamos, que igual antes de cubrir nuestras cabezas, deberíamos redescubrir nuestras calles y a los que transitan por ellas. Que igual convendría hacer una campaña en toda regla para enseñar a la gente que estar siempre comunicable no sólo no incremente la comunicación sino que la destruye, que mal que les pese a los oepradores, y viendo como nos maltratan con sus facturas y contratos no es para tenerles pena, la mejor campaña institucional sería aquella de… aprenda a apagar su movil.
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