Publicado en Diario de Noticias de ílava el 16 de diciembre de 2008
Si cada siglo tiene su apellido este es, sin lugar a dudas, el siglo de las siglas. La siglización podría ser incluso uno de los indicadores de progreso y adaptación al nuevo mundo tecnológico. Tantas siglas usas así de moderno eres. Por eso cuando alguien las pronuncia, las conozcamos o no, ponemos cara de poker. Ya saben, esa que se pone cuando te hablan de un primo de la cuñada, de un artista o hasta de un columnista del deneá sobre cuya persona no tienes ni la más remota idea aunque dé la impresión de que debieras tenerla.
Las siglas además tienen su propio ciclo de vida. Surgen de pronto y se hacen imprescindibles en cualquier conversación que se precie de ser algo más que un intercambio de sonidos guturales. Es el caso del ERE, que se ve que como hay tantos, no habría tiempo en las radios ni tinta en las rotativas para referirse a ellos siempre con la convencional y anticuada fórmula de Expediente de Regulación de Empleo.
Mucho más corto ERE. Y si no se entiende pues mejor. Se acusa al contrario de ignorante y se le manda quince días a casa para que aprenda CUS (Cómo Usar Siglas). Que se compre una radio con alimentador, que nos hemos quedado sin pilas y las de China están en el puerto porque no hay furgonetas para llevarlas a las tiendas, y una que había se va a quedar sin ruedas, y si no al tiempo.
Lo de las furgonetas tiene su gracia. Resulta que según los cálculos de los altos mandos y bien pagados analistas y consultores, este año iban a venderse más de cien mil furgonetas, y que esas cien mil o más iban a ser menos de las que se iban a vender el año que viene. Por eso había que planear la producción a récord por año. Y mientras tanto seguir ganando dinero a espuertas. Total que de repente dejan de venderse. ¿Por qué? ¿Están mal hechas? ¿Son deficientes los asientos y salpicaderos? ¿Están mal remachadas? ¿La pintura tiene desconchones? Pues no. Según parece la fabricación de las furgonetas es impecable. Lo que ha fallado es la planificación. ¿Y cómo arreglamos esto? Pues muy fácil. Como no hay dinero para todos porque no nos acordamos de dónde hemos escondido el que habíamos ganado a espuertas, mandamos a casa a cobrar la mitad a los que han hecho su trabajo bien, y nos quedamos nosotros cobrando el cien por cien y así podemos seguir haciendo mal nuestro trabajo, que por eso nos pagan y por cierto bastante bien.
En fin, que se me ocurren muchas siglas para describirles, pero hasta en el siglo de las siglas hay que mantener la compostura.
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