Publicado en Diario de Noticias de ílava el 30 de diciembre de 2008Â
Vale que las navidades son por lo general tiempo de alegría. Vale también que a menudo las desgracias, además de no venir solas, no entienden de festivos. Por eso será que este mes de diciembre ílava y su capital a la cabeza, como no podía ser de otra forma, han vestido tres o cuatro veces un riguroso luto blanco y frío. Poco duradero, eso sí, pero lo bastante insistente como para que pensemos en ello. Y es que no es para menos porque motivos para el luto, aunque sea blanco, no nos faltan.
Están de luto los fondos a plazo fijo o variable que se han hundido haciendo honor a su nombre. Los sueños de riqueza y desarrollo eternamente creciente llevan hoy oscuros brazaletes. Las navideñas tierras de Palestina están también de luto, y según parece lo estarán hasta que los palestinos tengan que enterrarse a si mismos.
Más cerquita están de luto los autobuses urbanos, que velan los restos aún calientes de su compañero de Txagorritxu y los esqueletos inertes de las polémicas marquesinas ahora inútiles y vacías. Las siestas del nuevo recorrido del tranvía también nos han dejado. Las espanta a su paso el alegre campanilleo del nuevo juguete vitoriano. Hasta los aficionados, niños sobre todo, que tradicionalmente esperaban el tradicional partido de futbol guardan luto mientras sus personas progenitoras (o sea padres y madres en respetuoso castellano) acuden jubilosos a una manifestación en la que partidos reclaman que haya partidos que nadie ha prohibido. Partidos que se han muerto de tanto amor a las letras más que a los colores. Hablando de niños, Kolkay también nos dejará en breve, como nos dejó su casa vacía la Fundación Sancho el Sabio camino de su exilio en Betoño. Hasta el escudo provincial nos ha dejado un hueco en el corazón (si, si, el famoso cubito treviñés).
Pero de todos los lutos, a mi el que más me duele, como a casi todo el mundo le ocurre con lo suyo, es el más cercano, el de Ordoño, mi vecino de enfrente que ya no saldrá más a coger el pan ni a pasear al perro o ser paseado por él, que nunca quedaba claro quién tiraba más de quien.
Eso sí, tal como ha ido este ya casi difunto 2008 no creo que guardemos mucho luto por él, y menos mal que le quedan pocos días. Tan pocos que mañana llegará a la estación, como todos los años hasta que la soterren, el viajero aquel al que mi abuelo me llevaba a recibir todos los años y que yo esperaba impaciente para ver como aparecía por la portezuela del vagón su cara llena de ojos, más que días tiene el año”¦
Las sombras de las bombas eliminando personas, la sombra de todas esas cosas que sería bueno decir y no nos atrevemos … ver la sombra en el horizonte, y callar, algunos estamos de luto viviendo en la obscuridad, ya sólo nos queda la sombra.Urte berri on!