Ayer a la tarde, entre acta y acta, nos bajamos la secretaria de verdad (o sea la que trabaja) y un servidor en cuyas tarjetas de visita pone Secretario de la Comisión de ílava de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (o sea el que firma sin currar), a tomar un cafelito al bar del Círculo Vitoriano, que nos pilla más que cerca debajo.
Como no estaba por la labor del café me pedí una coca cola. Error. El Círculo Vitoriano no gasta coca cola. No creo yo que sea por su espíritu anti imperialista. Me da más la impresión de que se trata de una política comercial y por ensanchar su margen de beneficio (vamos, que los de pepsico te hacen unas ofertas buenísimas por la pepsi si no tienes coca – cola). Así que, por pedir algo me pedí ingénuo yo un txupito de orujo blanco. Error.
Cuando el camarero me trajo las vueltas él mismo, que se confesaba novato en el local, ya venía un poco digamos preocupado. Al ver el exiguo contenido del plato (había dejado cinco euros y las vueltas no llegaban a uno), pregunté por el precio del txupito, y cual no es mi sorpresa cuando se me informa de que el txupito de marras cuesta (que no vale) 3,25 €. Dele usted las vueltas que quiera que al final le saldrán algo más de 540 pelas. El caso es que además de carpetovetónico, y de tener a menudo más aspecto de centro de día que de establecimiento hostelero abierto al público, en bastantes otras cosas el círculo tiene unos precios normales. No nos olvidemos, que muchos de sus cllientes, entre que las jubilaciones son lo que son por buenas que sean, que las pieles y los polos de marca se llevan su dinerito y eso por no hablar de hijos, nietos y bisnietos, y que aún cuando hay dinero lo que falta a esos años es salud, tampoco están para generosos dispendios.
El caso es que, como diría el otro, monté la de san quintín. Con todos mis respetos al camarero le rogué que trajese a alguien más principal. Y me lo trajeron. Y el más principal se dirigió a su vez a alguien más experto, a un camarero, y todos concluyeron que el precio era el que marcaba el ordenador. Palabra de Dios. Te alabamos señor y el chupito de orujo blanco a 540 pelas, como si fuésemos ricos.
Para que nos vamos a engañar. Gracias a dios a fecha de hoy pagar una ronda de casi cinco euros en un bar no desestabiliza mi economía ni condena al hambre a mi prole. Pero que quieren que les diga. Me jode ese aire de suficiencia con que empleados, cuyas condiciones económicas muchas veces son más delicadas que las del que protesta, te miran todavía con un cierto aire de… esto es para ricos, si no se lo puede pagar es que está usted de sobra. Así que no pude evitar mi respuesta. Le dije a la superiora que en todo caso me parecía un precio abusivo y hasta casi escandaloso. Y le dije también que preguntase al ufano camarero a ver con su estupendo sueldo cuantos txupitos de a 3,25 podía tomarse al mes.
Como acostumbro a decir yo… ya de pagar, por lo menos quedarse a gusto.
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