Ayer, en La Puebla de Arganzón, tuvimos una charla de género. De género humano diría yo. Asistimos casi sesenta personas y unos cinco o seis hombres entre los que estaban tanto el actual alcalde, Roberto Ortiz como su predecesor en el cargo Alfredo Oraa. El motivo: hablar de literatura y recordar el papel de la mujer trabajadora dentro o fuera de casa en fechas cercanas al 8 de marzo. La excusa: presentar un libro de relatos breves con la común referencia al 8 de marzo escritos por Espido Freire, Luisa Etxenike, Karmele Jaio, Mariasun Landa, Toti Martínez de Lezea, Nerea Riesco, María Eugenia Salaverri y arantza Urretabizkaia.
El acto lo organizaba el írea de Igualdad del Departamento de Juventud y Promoción Social de la Diputación Foral de ílava con la inestimable colaboración de la Asociación de amas de Casa de La Puebla de Arganzón. El Ayuntamiento tambíen colaboró y el Hotel Arganzón Plaza puso y acondicionó su salón. Puestos a colaborar, los asistentes, que llenaron el local contribuyeron con su presencia a dar sentido al evento.
En la mesa, el hueco destinado a Javier Aspuru, Diputado Foral cuya salud le impidió sumar un hombre más al auditorio femenino. Presentó el acto Roberto Ortiz, alcalde de La Puebla de Arganzón, quien dió rápidamente paso a Elo Mayo, Directora de Promoción Social de la Diputación Foral, que tuvo la fortuna de actuar como moderadora. Digo la fortuna porque poco le toco moderar, las escritoras invitadas cautivaron al auditorio sin ningún tipo de moderación. Al finalizar el acto, tanto Toti Martínez de Lezea como Karmele Jaio firmaron los libros que las asistentes hasta algún asistente recibieron como obsequio.
Hasta aquí la crónica formal del acto. Desde aquí, y de forma parecida a lo que decíamos ayer a cuenta de la memoria, vayan mis reflexiones sobre el acto. El libro lo leeré cuando lo acabe quien primero lo tiene que leer, Esther.
Las ponentes hablaron de las dificultades que histórica y actualmente han tenido las mujeres en este como en otros campos. Eso no las hace iguales, pero si que supongo (evidentemente no soy mujer), que evidentemente les hace a menudo partícipes de semejantes experiencias algunas de las cuales no son especialmente gratificantes. Es interesante reflexionar como son de ciertos algunos de los detalles que comentaron sobre el particular. Aparte de la historia plagada de seudónimos masculinos, la actualidad hace que en muchos casos, sólo las consagradas y reconsagradas, y a veces ni estas, puedan con toda comodidad autodenominarse escritoras, y además serlo en exclusiva. Como en muchos otros casos, todavía vivimos en un mundo en el que lo que es difícil para ellos es titánico para ellas. Por eso más aún es de agradecer el buen humor de ambas. El humor es realmente la sal de la vida, su motor. El amor es a menudo un estado pasajero camino de la costumbre o el desamor. Salud, tiempo y humor que diría yo.
Pero volviendo a lo que decíamos sobre la literatura “de genero”, ellas mismas hablaron de que eso no deja de ser una marca de género no excesivamente positiva. Me temo que estoy de acuerdo. De hecho estas dos mujeres, Toti y Karmele, son tan diferentes en el papel como en el asfalto, aunque sean ambas mujeres y tengan a la vez mucho en común. Toti es, en el buen sentido de la palabra un torbellino. Ese tipo de gente que asegura una buena velada, sea en una mesa restauradora o en un salón de actos. Karmele es más delicada, más sensible. Lo mismo pasa con los hombres. lo mismo con los libros, y ciertamente, no se aún cuanto nos costará a todos entender que una cosa no es mejor que la otra, son simplemente diferentes y no siempre o no tanto. Porque a veces las cosas confluyen, porque ser delicado no es ser noño o moñas, porque ser vital no es ser banal, porque ser varón no es ser un bestia ni ser mujer un cúmulo de bondades.
Ellas también hablaron de ello, y recelaron del mito de la mujer lectora por naturaleza y reclamaron que sus libros se juzguen por lo que son, no por el género de quien los escribió. Y si encima alguna vez encontramos la neurona que nos permite asumir como nuestras ciertas tareas propias de ambos sexos, ya seria la…
Muchas veces se me olvida ser mujer, mujer, osea demostrar lo limpia que soy, levantarme de la silla cuando algo falta en la mesa, y aguantar el chaparrón de que ciertas tareas me son naturales, pero cuando llega mi suegra, me lo graba en la frente. Y a veces también se me olvida que soy nuera…Pero a los hombres siempre se les olvida ser útiles en casa, para que nosotras podamos ser útiles fuera de ella. Pero en el día de la mujer trabajadora diría que las mujeres tenemos que dejar de estar acomplejadas por no querer ser ese tipo de mujeres que hasta ayer hemos tenido que ser. (A LAS MUJERES TAMBIí‰N NOS CRECE EL PELO POR TODAS PARTES……)