Publicado en Diario de Noticias de ílava el 19 de mayo de 2009Â
Esto no puede ser no más que una columna, quisiera fuera una declaración rotunda, positiva sin reparar en pequeños detalles que ponga freno a los dineros que se me van a raudales”¦ Algo así es lo que, con permiso de Pablo, le tenía que haber cantado a la amable funcionaria que me hizo la declaración el otro día cuando, con gran alegría, me comunicó que, subsanados los errores previos mi devolución había crecido y crecido hasta quedarse en la mitad. Mi gozo en un pozo. Malditos borradores exclamé como un Jinks cualquiera al ver a Pixie y Dixie correr con mis dineros soñados.
Aún sin terminar de reponerme me pasé por el juzgado. Más que nada por si tenía que declarar algo. Pero no hizo falta, aunque eso si, el alegato del defensor sobre la aplicación del intelecto a la fotografía me puso los pelos de punta. Acongojado espero la sentencia confiado, eso sí, en que no pierda el juicio finalmente.
Tuve luego que declarar ante un funcionario que soy un desastre, y que el niño iba a ver truncada su carrera por un despiste mío, (bueno, y un poco suyo también). Finalmente conseguí mi ejemplar azul para el interesado que me asegura que previsiblemente el niño está matriculado. Y es que siempre he sido un desastre para esto de los plazos. Casi se me pasa el de apuntarle en el registro civil, pero bueno, eso fue hace años.
Seguía yo absorto en mis declaraciones cuando me desperté sobresaltado. Si el sueño era malo la realidad que se abría ante mis ojos era aún peor. Como si una catástrofe hubiese agitado la calle había zanjas, tubos, baldosas salientes y entrantes, cables, operarios, hormigoneras y martillos neumáticos por doquier. ¡Y luego dicen que lo de la construcción está parado! ¡Normal, si estaban todos allí! Así que salí corriendo buscando un lugar donde refugiarme y hete aquí que lo encontré. Un espacio amplio y bien embaldosado. Unas salas grandes y entarimadas, que por cierto dejé echas unos zorros con el polvo que mis zapatos habían ido acumulando en mi huida.
Una de dos, pensé yo. O esto es un museo, o son dos, pero en todo caso es de los pocos metros que se pueden pisar con garbo en la almendra está que por lo arrugado de su piel más parece una nuez. Así que ya puestos me puse a buscarme en la historia de las historias y no acabé de encontrarme bien, ni de verme. Serán cosas de la edad o, cómo dice una amiga mía será que tengo menos luces que un dumper, que uno cualquiera de los de la tropa que han tomado estas calles sin declaración de guerra previa.
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