Soy de los que vive convencido de que hay dos palabras mágicas. Tan mágicas son que en realidad son tres pero las contaremos como dos. Una es por favor, la otra es gracias. No cuestan nada aunque haya a quien hay que sacárselas con tenazas y valen su peso en oro, eso si, siempre y cuando pudiesen pesarse las palabras.
Me ha venido esta reflexión a cuenta de lo importante que resulta a veces la educación y lo que antiguamente llamábamos cortesía. La educación evitaría muchas leyes, muchos reglamentos y ordenanzas cuyo único objeto es meter en cintura a los maleducados. Y eso se aprecia especialmente en todo lo relacionado con el tráfico, y no me refiero al de sustancias, sino al de personas sea cual sea el mecanismo de tracción. Lo mismo da ser peatón, ciclista o amigo conductor. Si no se es persona ordenanza al canto. Y mira que sería sencillo tomar por costumbre agradecer por ejemplo el gesto del conductor que se detiene en un paso de cebra para que pasemos. Una sonrisa y un poquito de prisa y es más que posible que el tal conductor repita.Que decir de las incorporaciones a la vía, de la convivencia entre ciclistas y peatones y de tantas y tantas cosas. Y esque mentalizarnos de lo del por favor y el gracias impllica algo tan sencillo como acostumbrarnos a cumplir más que a exigir, a agradecer más que a castigar, y en definitiva, definitiva, a ponernos por costumbre en el lugar del otro, vaya a pie, andando, en coche o pedaleando, y hacerlo además pensando en que no es un marciano ni un robot. Es alguien como nosotros, ni más ni menos. Así que por favor, tengámoslo en cuenta antes de ponernos a legislar, a exigir y a castigar. Todos lo agradeceremos aunque no lo queramos reconocer.
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