Parece mentira lo rápido que cambian algunos hábitos y lo anclados que resultan estar otros. Hay tareas en las que con gran facilidad nos adaptamos a los nuevos tiempos, y otras sin embargo las hacemos como siempre, como hace años o incluso siglos.
Al hablar de esto muchos pensarán en la administración. Así en términos generales es un buen ejemplo. Ha sido fácil acostumbrarse al aire acondicionado, a las sillas ergonómicas, al correo electrónico para distribuir fotos y chistes, y si se me apura hasta al teléfono movil para concertar más facilmente la hora del café. Pero el expediente es el expediente. El papel el papel y el sello de caucho y tinta mucho más de fiar que eso de la firma electrónica.
Claro que, visto lo visto es normal que sigan y practiquen el ejemplo que les brindan sus superiores políticos. En tiempos como los actuales podemos enviar algo por email, por sms, por mms, compartirlo en un espacio web 2.0, efetepearlo directamente al servidor del otro, y si se me apura y siendo un poco nostálgico pasarlo por fax, más aún, hasta meterlo en un sobre y confiárselo a un mensajero, y puestos a ahorrar un poco y utilizar servicios públicos hasta enviarlo certificado y con acuse de recibo. Pero no. Cuando de entregar una carta se trata, y cueste lo que cueste, pallá pa madrid que nos vamos todos.
Hace unas semanas fue Mintegui quien se tomo la molestia de acudir personalmente desde Vitoria a hacer cola en la ventanilla de registro de un ministerio para entregar un papel. ¡Ni lo del mensajero parece que le resultaba suficiente! Quería darle la carta al ministro, y éste, lógicamente, debió pensar que para eso le habían puesto un movil de esos con internet y todo, que no está el ministro para hacer de bedel ni lleva en su cartera el sello de caucho para el registro de entrada.
Así que en algún sitio almorzaría el séquito de carteros y ¡hala! de vuelta pa’ Gasteiz.
Pero los de hoy ya si que han rizado el rizo. Primero por el método y el resultado que viene a ser el mismo. Segundo por la particular visión del reparto de poderes a escala mundial y su homologación con métodos que puede que a nivel de historia local les resulten más habituales. Me refiero claro está, al comité de empresa de la central nuclear de Garoña. No se si será un trastorno fruto de su exposición a un aradiación que no existe, pero a estas alturas de la jugada irse a madrid para entregar personalmente una carta al embajador de EE.UU. al objeto de que este se la de a Obama, al objeto de que este llame al ZP y le diga “oye tu, lo de Garoña ni tocarlo, que me han enviado una carta”… pues no sé, como que no me parece muy serio.
Y eso que de lo de los vicios presenciales ninguno estamos cojos. Basta con hacer un pequeño test. ¿A que prácticamente todos nos hemos acostumbrado a que sea una máquina la que nos da el dinero de nuestra cuenta? ¿A que prácticamente todos a la hora de hacer un ingresos, esto es, desprendernos de nuestro dinero, preferimos la ventanilla?
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