Garoña y más Garoña…

Se consumó el esperpento. Preso de sus propias trampas el gobernante no puede más que hacer el ridí­culo frente al mundo de la lógica, lo que a su vez implica guardar el más firme compromiso de fidelidad con la estulticia general y si se me apura hasta incluso con el triunfo electoral.

No entraré yo en cuestiones técnicas, no es el sitio, pero si entraré en algunos argumentos esgrimidos fundamentalmente por los trabajadores de la central y secundados por las autoridades locales, esas que se suben a uno u otro carro según sople el viento. Esas que gritan ahora para así­ acallar las preguntas que debieran responder.

Vayamos por parte. Uno de los argumentos esgrimidos por trabajadores, autoridades locales y por supuesto, los genios del pensamiento moderno tipo Aznar o Rosa Diez, es no se si anticonstitucional, pero posiblemente poco democrático. Acusar a un gobierno democrático de querer tomar una decisión que anunció en su programa electoral de que al hacerlo priman el electoralismo es antidemocrático. Es reirse del sistema y de nosotros. En democracia es exigible, no ya recomendable, que los electos cumplan lo que han prometido. Eso es democracia. No es democracia pasarse por el arco del triunfo las promesas, o tratarnos como a clientes de una póliza de seguros. Digo esto porque resulta que con el programa en la mano pueden hacer lo que quieran, y de hecho lo han hecho. Poco importa que la gente piense que les ha votado porque van a cerrar Garoña y descubran que no se han leido bien el programa, que no dice exactamente eso. Publicidad engañosa, ánimo de engañar, y falta de respeto al compromiso con los electores no son cualidades democráticas, no lo son.

Tampoco lo es, y esto ya es incluso anticonstitucional, exigir, como algunos han venido haciendo, al gobierno que respete cumpla y acate el dictamente de una comisión, en este caso el CSN, llegando a decir que está muy por encima del gobierno. Por encima del gobierno el único que está es el pueblo. ¿Eso nos contaban no? Pues no. Por encima del gobierno están los intereses, eso queda claro.

Y ya por terminar, uno se pregunta, ¿dónde están los suculentos ingresos que la existencia de la central viene proporcionando a los municipios afectados? ¿como es posible que nada se halla gastado ni invertido en previsión de un momento que, como este estaba anunciado y requeteanunciado? ¿Por qué ahora hay que buscar fuera recursos que estuvieron dentro para salvar el pellejo a los que unos llaman mil y otros trescientos? ¿Qué tiene de malo recuperar el caracter agrario y rural y aderezarlo con los recursos piscí­colas, cinegéticos, turí­sticos, paisají­sticos que la zona tiene en grandes cantidades?

Estas preguntas no tendrán respuesta. Como tantas otras. Seguiremos, eso si, asistiendo al desfile del absurdo, ¿Quién da más?