LLegó el comandante y mandó parar… Así cantaba Puebla a Fidel. Así se dice uno mismo desde La Puebla al llegar septiembre, aunque sepa que todavía le quedan las fiestas patronales para darse realmente por vencido y comenzar la larga travesía del invierno.
Han sido casi cincuenta días. Un particular pentecostes que me he permitido el lujo de disfrutar. Un necesario paréntesis. Una interrupción terapeútica. Un momento para recargar la imaginación y archivar nuevos items en la memoria. Llega ahora el espíritu santo y comienza una nueva temporada.
En los huecos que mi descanso dejó iré colocando las notas sobre los libros leidos, sobre los sitios vistos, sobre las experiencias vividas y sobra las no vividas también. Algún que otro sueño vendrá a poblar estos bites, rodeado de ceros y de unos, de todos y de nadas. Lo virtual será vívido, y lo vivido se virtualizará a golpe de baudio.
Empezaremos como antes del verano a escribir día tras día, y comprobaremos, no sin asombro, cómo el tiempo pasa sin haber pasado, cómo parece que nunca hubiésemos parado. Repetiremos muchas cosas, y las nuevas que ocurran resultará a menudo familiares. Un a modo de deja vu permanente que es lo que tiene esto de vivir en este mundo y en este país.
Hoy me vale de momento para empezar a engrasar las teclas de mi teclado y las articulaciones de mis dedos. Se acabó la diversión, (Acción de distraer o desviar la atención y fuerzas del enemigo). Ya puede el enemigo fijarse antentamente en mi que no tengo más intención de debilitarlo ni dividirlo. Empieza la diversión (Recreo, pasatiempo, solaz) que me produce desde hace años esto de escribir, y que según me dicen a veces mis lectores y amigos (más como amigos que como lectores supongo yo), les produce a ellos también eso de leer.
Así pues, y como diría el chiste, tengo dos noticias, una buena y una mala. La buena es que estoy vivo. La mala es que pienso seguir escribiendo. ¿o era al revés?
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