Premonición

Publicado en Dairio de noticias de ílava el 23 de marzo de 2010

Hace así­ como una semana que titulaba yo mi columna “hágase la luz”, y visto lo visto aquello fue toda una premonición. Vive dios, sabe quien, que la luz se “hizió”. Fue como la luz de una explosión. Como un intervalo entre tinieblas que comienza a lucir a las siete y se apaga cuando se pone el sol. Una luz variopinta mitad secreta mitad pública o publicada por mejor decir. El caso es que era tanta la luz y su fulgor que me hicieron preguntarme: ¿y ahora de qué escribo yo? ¿De la capital o de la provincia? ¿de Azkuna o de Miñano?

Lo de la capital y tal más bien me resbala. Uno es de Vitoria y con eso basta. Uno nació en una Vitoria que no era capital más que de municipio y si acaso de provincia, y vaya usted a saber la Vitoria ““ Gasteiz en la que dará con sus huesos o cenizas en la tierra. Por otra parte, personalmente prefiero una buena ciudad que una mala capital.

Azkuna me parece hasta “salao”, aunque según dicen los rumores sea de Durango.

La provincia es ahora un territorio, y eso, como bien rezan departamentos, leyes y documentos en sus membretes hay que ordenarlo.

Miñano según parece dará mucho que hablar. Eso sí­, esperemos que sea más por túneles de viento que por atajos financieros o telúricas comisiones.

Así­ que visto lo visto sólo me quedaba escribir de la justicia, esa señora que lleva los ojos vendados para no ver “los mezquinos y sórdidos intereses que protege con su escudo”, que dirí­a Lafargue. Esa justicia con tendencias claramente suicidas y auto destructivas que actúa de forma que se hace a si mismo innecesaria y prescindible porque ejecuta la condena antes incluso de juzgar. Esa justicia que con su modus operandi y el apoyo unánime de los no afectados en cada caso condenó y sigue condenando. A Jordi, a Piris, a la diputación de Lugo, al ayuntamiento de Labastida o al sursum corda. Esa justicia que hoy encausa a Ibarretxe, ayer a Atuxa, y mañana vaya usted a saber a quién. Esa justicia que sigue su lento caminar mientras gentes como Eliseo y compañí­a disfrutan hace tiempo de su pública y privada condena. Esa justicia de flash y cinco columnas ante la que callamos o aplaudimos hasta que nos toca y entonces ya es tarde, y como en los versos aquellos nadie hay para ayudarnos, están ya todos condenados.

En esas estaba yo pensando sobre que escribir cuando surgió ante mi el tema verdadero. El robo del paraguas de Celedón es una premonición. Una de esas que echa por tierra los augurios de los expertos en témporas. Esta primavera no lloverá.

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