Esta visto que el marketing, la mercadotecnia y hasta el merchandising nos invade. Los recalcitrantes derechosos que disfrutaron viendo al Che convertido en estampado, a Lenin en pin y momia visitable, a Marx en romántico recordable y a la izquierda en general en más pose que poso parecen ignorar y no advierten que sus manifestaciones religiosas son también fruto de la econnomización, víctimas del couché y de la telebasura. Los mismos programas que airean todos los vicios y arrinconan virtudes y vidas rectas, muestran estos días los pasos sacramentales. Buscan en los balcones a su nómina de famosos y dejan escapar sus lágrimas de emoción buscándolos bajo pasos o capirotes.
Igual que pasó con las navidades, lo mismo que ocurre con bodas y primeras comuniones la iglesia presta su atrezzo y su mensaje como soporte publicitario y salón de sociedad. Los penitentes de a pie, los creyentes que no dudo que los haya, pasan a ser en toda esta comedia poco más que figurantes, actores de reparto que, si todo falla, el patronato de turismo se encargaría de contratar para que el show pueda continuar, para que los bolsillos de hoteles, bares y restaurantes puedan seguirse llenando, como se llenaron los de los que los construyeron, como se llenan los alquileres de los balcones y los ingresos publicitarios de las cadenas que los cubren. Pantojas y Faletes, Duquesas y condes seguirán, mientras “mole”, aumentando el caché de sus pasos, fichando cual ronaldos o messis por esta o aquella cofradía, y todos tan contentos. A ver la procesión, a oir la saeta y al sarao, que es lo que importa y a lo que hemos venido.
Eso sí, las emisoras desempolvarán las músicas plagadas de emociones, y hasta ciertas melodías del pasado clásico musical volverán a sonar valientes en las ondas arrancando lágirmas de emoción o de risa, según el espíritu con que se vea la crónica rosa oscurecida en nazareno. Las vírgenes, por unos días al año, poblarán las pantallas admiradas por toda la tropa de las que no lo son tanto, y los mismo tertulianos de todo el año hablarán con el corazón en la mano de la fe y la pasión, de la tradición y la devoción de sus odiados o adorados objetos de culto, los famosos.
Sólo hay algo que descubre el engaño de todo esto. Entre tanto penitente nadie hace penitencia y si la hace, es más de pose que de peso, y en todo caso, y visto lo visto este año y los siguientes, lo que no tienen los unos ni los otros es propósito de enmienda.
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