Pandora encerraba en su caja, que en realidad era un jarro o un ánfora, todos los males del mundo, según otros todos los bienes. Pandora parece ser que fue la primera mujer creada por Zeus para castigar a Prometeo (curioso). Pandora abrió su caja, ánfora, jarra o jarrón y dejó escapar todo menos la esperanza. Según unos lo que escapó fue lo bueno que se fue directamente al Olimpo, quedando para nosotros lo malo. Según otros fue precisamente esto lo que escapó, terminando con la paradisiaca vida en la tierra.
Ayer se juntaron Zapatero y Rajoy. Hablaron de las cajas, no de las de Pandora sino de las de ahorros, y parece ser que en lo fundamental se pusieron de acuerdo. Curioso acuerdo de izquierdas y derechas o de derechas y derechas, vaya usted a saber. El caso es que ambas cajas se parecen. Tanto que podríamos incluso plantearnos llamar a las de ahorros ánforas, jarras o jarrones. Lo único que va quedando dentro es la esperanza. La esperanza que motivo su creación y la esperanza con la que los ingénuos impositores piensan que están al margen del mercado y que con sus ahorros contribuyen al desarrollo y la justicia en su comunidad. La esperanza de quienes piensan que es algo cercano y comunitario, una especie de caja de solidaridad entre vecinos.
La caja se ha abierto, o se ha destapado el jarrón, jarra o ánfora. Según unas versiones lo hace para que los beneficios vuelen al olimpo de los grandes oligarcas de la banca y las finanzas y puedan ellos también gozar de sus centralizadas ganacias y aunmentar sus dividendos a costa de impositores y deudores crediticios. Según otros son los males que la política entraña, el reino de los aficionados, un cierto tufillo público y un elemento discordante en el mercado los que han salido a reunirse con un mundo perverso en el que las leyes del mercado pugnan noblemente por poner las cosas en su sitio. Los ricos ricos y los pobres pobres.
Curioso que los políticos, los grandes políticos, los confesos de derechas y los llamados de izquierdas también, se pongan de acuerdo para privatizar y deslocalizar el único islote de banca pública y local que quedaba en nuestro sistema financiero. Curioso que un gobierno que se dice de izquierdas premie a quienes en gran medida nos han conducido a la crisis en la que estamos no sólo no castigándoles, sino dándoles el trozo del pastel que les faltaba. Curioso que nosotros todos, ingénuos impositores y felices contribuyentes asistamos a todo ello como si aún no hubiésemos salida de la caja, ánfora o jarrón, y amarrados a la esperanza confiasemos en que esto lo arreglamos todos con ayuda eso sí y fundamentalmente de nuestros riñones. Nos desriñonaremos para forrar los riñones de los de siempre y confiaremos en que cuando no les quepa más nos podamos alimentar de las migajas que caen de sus banquetes.
¡Que dañina es a veces la esperanza!
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