Por fin sabemos los occidentales que coño pintábamos en Afganistan. Y eso a pesar de que hasta un presidente alemán haya tenido que dimitir por anticiparlo. Claro que, siempre puede aplicársele aquello de que acertar antes de tiempo es una forma más de estar equivocado.
No fuimos a buscar a Bin Laden ni a conjurar la universal amenaza terrorista. Ni tan siquiera nos importaba la heroina, no la de Arco sino la de jeringuilla. El tránsito de oleoductos o gasoductos tampoco nos importaba, pero ahora la guerra ha dado un giro, o al menos así lo anuncian jubilosos los titulares de las agencias. ¿Y todo por qué? ¿Alguien se ha rendido? ¿hay nuevos aliados? ¿los estrategas del pentágono han dado con el quid de la cuestión? ¿el google car view se ha dado una vuelta y podemos saber donde están los talibanes? ¿se han hecho laicos los imanes?
Pues no, nada de eso. Lo que pasa es simple y llanamente que ha aparecido un enorme yacimiento mineral desconocido y por tanto inexplotado. Digo yo que lo habrán encontrado al rellenar el crater de un obús o al cavar la fosa de algún colateral. Pero el caso es que minerales haberlos haylos y hasta ya han tenido el tiempo suficiente para evaluarlos. Lo que nadie ha calculado es el coste desperdiciado en las caretas que nos hemos quitado y que ya no sirven para nada.
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