Publicado en Diario de Noticias de ílava el 13 de agosto de 2010
Paseando ayer por Vitoria descubrí, mientras paseaba junto a las vías, la oculta estrategia con la que Gasteiz va haciendo realidad el soterramiento del ferrocarril. Más allá de sociedades públicas, de financiaciones más o menos virtuales, reales o republicanas, incluso de planes urbanísitcos y demás inventos, el soterramiento lo estamos haciendo poco a poco sin apenas darnos cuenta.
Podríamos llamarlo en clave, porque todas las operaciones secretas tienen un nombre en clave, la operación pontificia. Porque pontífice es el que hace puentes, y el secreto consiste en soterrar el tren a base de puentes. Como si se tratase del juego de la oca, va cantando la ciudad aquello de… de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente. Los puentes antiguos se mantienen. Los que caen en desuso no se tiran. Y los barrios nuevos que están pensados sin el tren tejen nuevos puentes a uno y otro lado del centro ciudadano. Por si esto fuera poco, para pasar el tranvía al otro lado haremos otro puente, y no estaría mal un para de ellos peatonales como prolongación de dato, rioja o caulesquiera otro paso subterráneo morada de duendes, orines y miedos femeninos.
Para cuando queramos darnos cuenta un largo y enorme puente cubrirá todas las vías sin que hayamos tenido que moverlas ni un centímetro. Un puente que, dado el desnivel se convertirá en colina, y ahí está la segunda fase del secreto plan. Vitoria Gasteiz capital del imperio romano. La ciudad de las siete colinas. La de la almendra, la del puente, la del monte de la tortilla, la del monte del pico, la del antiguo aerodromo, la de Mariturri y hasta la de San Miguel de Atxa. Por fin dejaremos como poco más que tachuelas al Aventino y al Quirinal, y al Palatino y al resto. Recuperaremos para nosotros la toga y las vestales, y gracias a ese dos por ciento inexistente colmaremos la ciudad de estatuas y arcos de trinfo.
Nadie podrá entonces negar que Vitoria Gasteiz sea no ya la capital de ueskadi, sino incluso también la del mundo conocido y civilizado. Y todo de forma tan sencilla como poniendo un puente junto a otro… ¡qué sabio fue el que inventó la oca!
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