Ya dije que gustaba de principios y fines, así que acudí como casi todos los años a ver como Celedón corre camino de su torre. Es en ese aspecto nuestro particular jorobado de Notredame que imagina uno deambulando todo el año entre las bóvedas y la techumbre de San Miguel. Contemplando cómo un día le ponen una gatera y otra le limpian un patio. A mi hay un sitio que me parece sin duda el mejor para esta despedida: el solar de San Miguel. Aún antes de que lo descubriese la mal querida, ya empezamos a frecuentarlo. Está cerca y lejos a la vez de la boca por la que la Correría se asoma a la plaza de la Virgen Blanca, lo que te permite en apenas unos pasos pasar de un ambiente a otro. Le ves salir desde el lejano mirador mientras agitas los pañuelos al viento, para después, en apenas unos pasos girar la cabeza al cielo y ver recortado contra el cielo de agosto la silueta de la torre de San Miguel y la llegada del muñeco. Desde ese mismo lugar la perspectiva de los fuegos es envidiable, y casi a continuación ves de muy cerquita el desfile de sonrientes cadáveres camino de la hornacina, bonita tradición de los blusas no suficientemente publicitada, por cierto (me refiero a la costumbre de acudir las cuadrillas con la blusa en la cintura y el pañuelo en el brazo portando a uno de sus compañeros como si fuese un cadaver (a algunos no les falta mucho) hasta los pies de la virgen).
Terminadas las ceremonias oficiales los vitorianos restantes nos lanzamos a dar cuenta de las existencias que aún quedan en bares y tabernas. Por cierto, este año son más que muchas, por que según comentaban los amigos hosteleros mucha samba y poco traballar. Pero bueno, como dijimos del primer día en relación con los encuentros, este es el de las despedidas. Alegres despedidas incluso diría yo. Día de despedirse incluso de inhibiciones y melindrosas dignidades y terminar bailando una conga por la calle san Prudencio con dios sabe quien al frente y a la espalda y hasta de lanzarse aon atrevida ignorancia a perpetrar un pasodoble o una rumba.
Al día siguiente todo cerrado, hasta los ojos si se me apura. Una visita a las barracas y a descansar… el día del blusa siguietne no queda tan lejos, y si hicimos bien las compras, un año a sopas de ajo, que así matamos dos pájaros de un tiro, cuidamos el cuerpo y capeamos la crisis…
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