La semana pasada saltó la noticia de la alarma que habían generado algunos centros de reconocimientos médicos más ocupados en cobrar los certificados que en preocuparse del contenido de los mismos. Vamos, que firmaban lo que decía el cliente sin molestarse demasiado en comprobarlo. Hasta el propio presidente de la asociación que los agrupa reconoce que cerca de un 5% son efectivamente poco rigurosos que dríamos. Lo que no dice es que el 95 restante cumplen la ley, lo que no implica que cumplan necesarimente con lo fundamental del asunto, certificar si alguien está o no capacitado.
El caso es que la fiscalía se va a poner manos a la obra y que esta actitud es noticia publicable. ¡Como si nos diésemos cuenta ahora de lo que hablamos! Porque en este como en muchos casos no hya que ser demasiado sagaz para darse cuenta del asunto. Yo voy ya por la versión 3.0 de mi carné de conducir, lo que significa que ya lo he renovado un par de veces. Si en la primera el reconocimiento no es que fuese muy riguroso, en la segunda ya es que fue de cachondeo. Ni me conocieron ni me reconocieron, que diez años son muchos para acordarte de todas las caras. Y visto lo visto, y la repentina alarma que el asunto ha generado se plantea uno si es que jueces, fiscales y directores generales no tienen sus carnéts renovados, o si es que dado que se trata de personajes muy ocupados mandan a sus secretarios al reconocimiento.
En este como en muchos otros casos lo que sorprende es que lo obvio sorprenda, lo que preocupa es que los mismos que a menudo hablan con certeza de supsosiciones, se tienten la ropa con esmero cuando de lo que hablan es de realidades manifiestas.
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