La misma semana en que andamos todos escandalizados con el asunto de la Pajín y con las perversidades del Dragó, se nos cuela así como de rondón algo que al menos a mi me ha parecido de una desvergí¼enza y descaro inaudito, al menos en lo que a lo que yo entiendo por defensa de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres respecta. Me refiero claro está, al menos para mi, al tratamiento unánimemente ofrecido sobre el fallecimiento del expresidente argentino y sobre su actual presidente o presidenta, según se prefiera.
La pobre mujer no ha pasado en ningún caso de ser un mero elemento decorativo. Un pelelé cuyo futuro se desmorona junto con las carnes putrefactas de su marido, auténtico genio y protagonista. La buena mujer nunca ha sido nada, ni lo es ahora. nunca pasará de ser la sombra adelantada de su marido que era el hombre de estado auqneu fuese a fecha de hoy un simple consorte. Como si reescribiésemos una de tantas historias de reinas enviudadas, son los cortesanos los que pugnan a puño limpio por los cargos de validos, los que analizan y escrutan la situación para decidir quien será el nuevo hombre fuerte que gobierne un pais cuyo presidente es una mujer, la pobre.
Y ella con sus gafas de sol oscuras. Llorando como lo que es, una triste viuda sóla y desamparada que aceptó el encargo de su marido de ocupar un puesto elegante. Ella  obligada a sonreir y a estar guapa mientras su marido en la trastienda trajinaba acuerdos, alianzas y estrategias. Ella entreteniendo a los prebostes del mundo mientras aguardaban a que, llegados los postres, fuesen la señoras a lo suyo, sus trapos y sus cosas para poder hablar con el que lleva los pantalones en la casa, aunque sea rosada.
Y nadie ha dicho nada. Es de lo que a menudo me quejo. Nos quedamos en los detalles en las anécdotas y en las tonterías y se nos cuelan auténticos ejemplos que demuestran lo poco que han cambiado las cosas.
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