Hay que ver cómo somos los alaveses. Sacrificamos unos cuantos cientos de miles de nuestra querida tierra vasca, los asfaltamos, los rodeamos de carreteras, autovías, autopistas de peaje y autopistas de no peaje. Los cercamos cno paralelas de hierro, vías que les llaman algunos, lo inauguramos, lo ponemos en el mercado y viene el puerto de bilbao y se va a Pancorbo. Otra más a sumar a la cuenta.
Lo fácil en este caso es decir, como otras veces lo dijimos que los malos son los de Bilbao. Lo sencillo es hacernos cruces para no darle una tunda al figura y hacerle terminar en cruces por desconocer que la orografía vasca incluye la llanada alavesa y los llanos de alubión del Zadorra camino de Miranda. Podemos llamarle atrevido por decir que Pancorbo tiene tren y arasur no tiene ni tranvía. Podemos incluso ser suspicaces y tentarnos de acerarnos al registro a ver quien y a que precio ha estado comprando suelo seguramente rústico en los alrededores de Pancorbo. Pero también podemos mirar atrás, mirarnos incluso al ombligo y plantearnos de una santa vez si no sería más lógico aprender de nuestro pasado.
Hay que ver la doble tendencia destructiva que tenemos que nos lleva una y otra vez a pasar de la euforia a la miseria, de la ilusión a la frustración. Unas veces nos ponemos a hacer algo para cuyo uso dependemos de terceros y lo hacemos sin consultar, convencidos de que nuestras presuntas ventajas serán suficientes. Cuando los terceros tomana sus propias decisiones y dejan nuestros proyectos criando hierbas entre el asfalto lloramos y nos quejamos de lo malos que son. No nos planteamos que igual teníamos que haber pensado y asegurado las cosas antes de ponernos a hacerlas cuando más que nada su éxito no depende sólo de nosotros. Ahí tenemos foronda, como ahora tenemos Arasur.
Otras veces no nos preguntamos ni a nosotros mismos. Hacemos algo y luego nos planteamos si vale para algo o si es necesario. Lo hicimos con zurbano, flamante plaza de ganado para un ganado que ya no estaba ni se le esperaba. Lo hicimos con el geriátrico, y lo haremos con el auditorio, y con el superbuesa, y dios sabe conqué más. Menos mal que al final aparece un voluntario y podemos reconvertir hospitales en oficinas y reses en aleros.
A veces también no nos hace falta nadie para hundirnos en nuestras propias frustraciones. Nos basta ponernos a discutir y dar tiempo a que el tiempo lleve las cosas por otro lado. Nos damos puñaladas entre nosotros como si fuese lo más normal y lo más propio, y cuando pasan cerca o clavan dentro los cuchillos ajenos nos quejamos. La primera puñalada a Arasur vino de Jundiz, y nadie dijo nada. La conexión de Bilbao con Miranda fue fruto de nuestras disputas mayormente, y muchos de nuestros proyectos acaban así.Â
En fin, que alguna vez nos tocará aprender….
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