Publicado en Diario de Noticias de ílava el 30 de noviembre de 2010
Si alguna ciudad encarna la utopía marxista y la materializa históricamente esa no es otra que Vitoria – Gasteiz.
Respondemos a nuestras amenazas exteriores, ya sean Sylvanias, Burganias o Bylbanias, mandando a nuestros Pinky y Chicolini a enmendar errores propios y perfidias ajenas a golpe de sopa de ganso. Cargamos aeropuertos de cajas a falta de personas, nos reclamamos capitalinos, que no capitalistas, y remojamos puertos secos con nuestro txakoli, no confundir con chacolín.
A falta de reales auditorios, tenemos los virtuales y soñamos con arias y tenores cuando vamos al cine a pasar una noche en la ópera. Cada vez que nos planteamos algo serio acabamos todos más amontonados que juntos en nuestro singular camarote. Eso cuando no empezamos a tratar de dineros y presupuestos y nos quedamos como Fiorello escuchando a Otis leer el famoso contrato.
Al grito de ¡más madera! alimentamos el tranvía mientras volcados en ampliaciones, soterramientos y altas velocidades nos convertimos en pérfidos empresarios dispuestos a esquivar los reparos de los incómodos propietarios que como hermanos van al oeste soñando tierras y enterrando sueños.
Hemos reescrito la historia de la humanidad poniendo pilares a la tierra y estatuas a los que nos la contaron. Después de calentarnos en Arkaia y repostar en Armentum llegamos a la otro tiempo floreciente Veleia para verla convertida en un enorme camarote poblado de gansos, maderas y desconciertos cuya puerta se abre a golpe de juzgado y donde estorba una caseta pero no unos cientos de montones de sedimento que a la historia le costó siglos poner y a las excavadoras, las máquinas, no las personas arqueólogas de género femenino, apenas unos días remover.
Nuestro sueño de pasar un día en las carreras queda al albur de las necesidades de defensa y de los rincones de las servilletas en que Urkullu y Zapatero tomaron notas durante su cena. No nos queda ni París, y pasaremos más de un día y una noche en Casablanca buscando entre blancos y azules los fondos de las ampliaciones que no crecen en Mendi y sí florecen en Zurbano. No podremos ni pasar Una tarde en el circo porque nos crecerán los enanos a más velocidad que los proyectos y escribiremos con Plumas de caballo el relato de nuestros días más gloriosos.
Ahora que nadie quiere ser marxista sacaremos de la chistera de nuestros festivales el conejo verde y el sueño cumplido de ser la cruda y roja plasmación del paraíso marxista para mayor gloria de Groucho y sus hermanos.
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